Con el apropiado título de Inclaudicable, fue presentado la semana pasada, en la Biblioteca Nacional, el libro sobre la vida de Alberto Quirós Guardia, compilado por su hija, Lina Quirós Jaén y su sobrino, Eduardo A. Quirós. Fue muy grato dirigir al público allí presente algunas palabras sobre aquel consagrado maestro y sacrificado patriota.
Betito Quirós tuvo una presencia importante en la vida nacional, como adalid, referente, maestro y ciudadano. Lo conocí en 1984, año de imposiciones dictatoriales, fraudes electorales y asfixia popular por los desmanes de una tiranía militar que frustraba las aspiraciones de justicia, democracia y libertad de muchos panameños, sobre todo, jóvenes, quienes ansiábamos para nuestro país un gobierno civilizado, honesto y correcto.
En aquel tiempo, su reputación de ciudadano virtuoso y comprometido ya lo precedía. Es más: Betito personificaba al repúblico, el hombre que descuella por su virtud cívica, su patriotismo, su entrega a ideales superiores y su desempeño público correcto y ajustado a valores.
En los años cincuenta y sesenta, su patriotismo se tradujo en un activismo permanente encaminado hacia la recuperación del ejercicio de nuestra soberanía. Notable fue su participación en el Congreso Nacional de la Soberanía de 1964 y, tres años más tarde, en la divulgación y análisis de los proyectos de tratados acordados con Estados Unidos a mediados de 1967.
En los años setenta y ochenta, a sus desvelos nacionalistas se añadió su entrega a la lucha contra la dictadura a fin de lograr el establecimiento de un sistema democrático y soberano. Tanto así lo manifiestan los textos agrupados en el libro Inclaudicable.
Valiente como pocos y apegado a profundas convicciones, en momentos en que muy pocos se atrevían a pronunciarse contra los desmanes y atropellos de una dictadura castrense vesánica y corrupta el maestro patriota llamaba diariamente la atención acerca de los abusos del régimen, su demagogia y su corrupción. Por ello, en 1975, su emisora, Radio Impacto, fue víctima del ataque de una turba al servicio de la dictadura.
El año siguiente, su propietario fue capturado y expatriado por la Guardia Nacional, obligado a permanecer fuera del país, junto con su familia, hasta 1978. En 1979, fue nuevamente secuestrado por los jenízaros del régimen y llevado al cerro Ancón, desde donde pretendían lanzarlo al vacío, por su oposición a la tiranía castrense.
Acerca de este dramático incidente, orquestado por el despotismo militar que abusó del poder público durante más de dos décadas, escribió la doctora Brittmarie Janson Pérez en Panamá protesta (pág. 122):
“El profesor Alberto Quirós Guardia fue detenido en horas de la mañana del 18 de diciembre por agentes del G-2 cuando observaba una manifestación. Lo llevaron a la cima del Cerro Ancón y le dijeron que lo iban a tirar para que ‘no siguiera hablando pendejadas’ por radio. Anunciarían que se había suicidado en un momento de emoción patriótica.”
Por su patriotismo y desempeño ciudadano, el profesor Alberto Quirós Guardia fue una figura legendaria. También lo fue por su docencia ejemplar.
En la Universidad de Panamá, primero y, luego, en la Universidad Católica Santa María La Antigua, se destacó como catedrático de economía, materia de su especialidad, cuyo estudio había emprendido, con dedicación, en la Universidad de Oklahoma, en las décadas de 1940 y 1950, vinculándose desde entonces a la corriente institucionalista, como lo recuerda, en el texto presentado la semana pasada, el profesor Juan Jované.
Cientos de estudiantes adquirimos de Alberto Quirós Guardia los conceptos fundamentales de las ciencias económicas. Explicaba en sus clases los factores clásicos de producción—tierra, trabajo y capital—a los cuales agregaba—cuando nadie en Panamá hablaba en esos términos—la tecnología y el recurso humano.
Más que recurso humano, expresión que él descartaría, se refería al ser humano. Porque Betito era, más que economista, humanista: creía en la economía al servicio de la humanidad, no en una humanidad sometida a intereses económicos. Por ello enfatizaba que, aun cuando para algunos, el lucro era el objetivo principal de la empresa privada, para él, el propósito fundamental de la actividad privada no era otro que la prestación de un servicio a la comunidad.
Planteaba conceptos novedosos para jóvenes en plena formación, como que el agua, materia prima del canal, pertenecía a los panameños, quienes merecíamos recibir una justa compensación por la aportación de ese recurso a la vía acuática. Nos explicaba las injusticias inherentes la explotación de hidrocarburos y cómo el precio justo del barril de petróleo debería ser muy inferior al que se cotizaba en el mercado internacional.
Pero sus clases no solo abarcaban observaciones sobre aspectos económicos de relevancia general. El profesor Quirós Guardia exhortaba a sus estudiantes a buscar una formación integral. Los incentivaba a la lectura de textos fundamentales para el desarrollo humano, como El arte de amar y El miedo a la libertad, de Erich Fromm.
Alberto Quirós Guardia nunca dejó de ser educador. Su vocación educativa, que él mismo describió como la superior de todas, porque es la que más nos acerca a Dios, se mantuvo vigente hasta sus últimos momentos. Por ello, es y seguirá siendo, para todos los que tuvimos contacto con él, modelo de maestros y ciudadanos.
El autor es politólogo e historiador y dirige la maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá.


