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Terence Ford

El sacerdote y la cultura

El pasado 15 de febrero Panamá perdió a Terence Ford, a quien de cariño conocíamos como Terry. Terry era un panameño extraordinario, pero humilde, que no disfrutaba ser objeto de distinciones. Desde que lo conocí, lo apodé “mi filántropo favorito”. Cada vez que lo llamé así protestó, pero con el tiempo cedió y hasta se acostumbró al título. La familia Ford parece sobresalir por los ciudadanos destacados que regala a nuestra patria. Cada vez que despedimos a uno de sus miembros, amistades y conocidos lo recuerdan con elogios que nos hacen admirar su calidad humana. Mi filántropo favorito no fue excepción.

A Terry Ford lo despedimos en una ceremonia sencilla pero especial, muy a su estilo. La ceremonia fue oficiada por una sacerdotisa, quien rememoró con cariño que fue él quien la eligió para esa excepcional tarea. Según nos informó durante su sermón, Terry la llamaba una vez por año para saludarla y recordarle lo que debía hacer cuando llegara el momento. No me sorprende que Terry haya elegido previo a su partida quién daría el sermón en su ceremonia. Tampoco me sorprende que haya elegido a una dama. Terry rompía paradigmas, pero no sólo por romperlos. Lo hacía de manera sensata, porque había sentido en hacerlo.

Como profesional, Terry fue “Father Terry”, un sacerdote episcopal que colaboró con la educación panameña junto a un grupo innovador a través de la fundación del Colegio Episcopal de Panamá (CEP) en 1960. A menudo relataba anécdotas de sus años en el CEP, recordando sus interacciones con estudiantes, siempre interesado en educar en valores. Terry sentía pasión por la música y en 1986 inició el campamento juvenil de la Asociación Nacional de Conciertos (ANC). Este campamento, 20 años después, fue la ocasión que me llevó a conocerlo. Yo recién regresaba de vivir tres años en Asia donde había iniciado estudios de violín. En la escuela de música donde retomé mis estudios del violín en Panamá, fui exhortada a inscribirme en el campamento cuando otros estudiantes lo hicieron. El campamento era para estudiantes jóvenes. Una mujer de treinta años no encajaba en esa descripción. Terry envió una “espía” de la ANC para que me observara durante una presentación musical, confirmando que mi edad no fuera evidente. Para mi gran suerte, pasé la prueba visual y fui aceptada en el campamento.

El campamento juvenil de música consistía en dos semanas de entrenamiento intenso en trabajo de orquesta. Estudiantes desde siete años hasta treinta entrenábamos en música de orquesta y de cámara durante un mínimo de ocho horas diarias. Participaban estudiantes musicales de toda la República. El campamento incluía un intercambio con el conservatorio de música Oberlin, el más antiguo de Estados Unidos, alianza que logró Terry en 1992. En una investigación que hice para una maestría entrevisté al maestro Jorge Ledezma Bradley, director de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien me aseguró que los músicos que ingresaban a la orquesta cada vez estaban mejor preparados. Un conteo junto con Terry y su equipo nos ayudó a verificar que dos terceras partes de los músicos que integraban nuestra orquesta sinfónica habían participado del campamento musical.

La Asociación Nacional de Conciertos es una asociación sin fines de lucro dedicada a fomentar la educación musical y promover la apreciación musical en Panamá. Fue fundada en 1962 por nuestro reconocido pianista Jaime Ingram. Como presidente de la ANC, Terry Ford coordinó la presentación en Panamá de músicos de talla internacional. Las temporadas de conciertos que administró la ANC galardonaron al país con música que nada tuvo que envidiar a las grandes capitales del mundo. En 2017, la asociación cambió el formato de sus actividades para ajustarse a una reducción significativa en patrocinios. Esto impactó directamente su temporada de conciertos y su campamento musical. Las corporaciones que antes apoyaban a la ANC dejaron de brindar su patrocinio, optando por invertir en actividades y públicos que les garantizaran un retorno inmediato. En mi opinión, esto fue un error, ya que se dejó de apostar por la cultura en Panamá. Pero la ANC continuó enfocada en difundir su amor por la música, e incluso optó por ofrecer acceso gratuito a sus conciertos.

La Prensa publicó un artículo en diciembre de 2019 titulado “Agoniza la Asociación Nacional de Conciertos”. El artículo presentó la situación desafortunada que enfrentaba la asociación. Este 2020 nos trajo la suspensión de actividades de la ANC. Personalmente, me dolió saber que Terry Ford fuera testigo de la agonía y paralización de esa noble asociación antes de partir de este mundo. Lo más irónico es que la asociación agonizó y yace ante la mirada indiferente del recién estrenado Ministerio de Cultura. Sólo queda esperar que esta cuarentena nos invite a reflexionar y dar mayor relevancia a la cultura en nuestro país. Por mi parte, recordaré a mi filántropo favorito con cariño y agradecimiento por lo que le dio al país sin esperar nada a cambio.

El autor es violinista aficionada


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