¿Somos consumidores realmente informados? ¿Estamos realmente claros del poder que tenemos en nuestras manos? La tecnología se ha vuelto una herramienta en favor de millones de consumidores alrededor del mundo. Comparar precios, servicios y calidad jamás había sido tan fácil, pero quedan ciertas interrogantes que ponen en duda si estamos explotando verdaderamente esas herramientas. La situación de pandemia y la actitud comedida de las personas han creado un espacio para dejar entre visto esas inversiones que no son tan fuertes ni tan eficientes, para abrirle paso a quienes quieran competir en un campo libre de vicios y favoritismos.
Las crisis en muchas ocasiones son ventanas de oportunidad. El triunfo lo lleva quien aplica estrategias coherentes y apegadas a la realidad. No podemos dejar de un lado el hecho de que el precio es información y los consumidores somos el factor determinante. Lastimosamente la Covid-19 dejó mucho más que el virus a su paso; el “Price Gouging”, o “Especulación de precios”, ha sido otro mal con el que hemos tenido que aprender a vivir. Sin duda, buscar neutralizar los precios es una labor titánica, pero no imposible. Actualmente el consumidor más importante no es necesariamente el que más consume, sino quien aporta con sus opiniones y retroalimentación información relevante a un producto o servicio. Estos han llegado para consumarse como vitales para la medición de la competitividad.
Las redes sociales se han vuelto un aliado del poder del consumidor, la posibilidad de verlo materializarse de manera repentina en forma de boicoteo o descrédito es una señal innegable del éxito o fracaso rotundo que pueda tener un negocio. Las grandes marcas lo reconocen, y son conscientes de los hábitos y patrones de consumos de sus clientes, los cuales pueden verse dictados por impulsos tanto racionales como emocionales, pero que al final pueden representar la fidelización o repudio de quienes persiguen su determinado producto o servicio.
En Panamá no está fuera de nuestro alcance el poder exigir y ejercer el poder que tenemos como consumidores. Contamos con la capacidad de poder revertir las conductas más extremas de los comerciantes, está en nosotros utilizar esas herramientas. Esto no constituye una opinión a favor de la regulación de precios, ¡en lo absoluto! Por lo contrario, aparta factores que no le son naturales al mercado para dar a paso a instrumentos que sí se constituyen como elemento relevante para valorar la oferta y demanda.
El consumidor ya no es un ser inerte e indefenso que paga lo que el comerciante dictamine, ya no puede ser subestimado, es parte de la ecuación. El ecosistema digital en su rol de aliado indiscutible crea el escenario perfecto para que las empresas provean: mejores experiencias, servicios más éticos y sobre todo consciencia hacia su relación con el cliente. Es una cuestión de evolucionar o desaparecer.
La autora es miembro de la Fundación Libertad