Dijimos hace unas semanas que el criterio no está en cuarentena. Y también dijimos que esta no es una guerra y que los héroes no existen: la perversión del lenguaje construye el escenario donde los entusiastas de la ignorancia montan su teatro para robarnos la cartera. Y si no te gusta la obra, eres poco patriota y amenazas la unidad nacional.
Entonces llega un ex “electo”, un “selecto” toreable, para darnos la clave de todo este sistema corrupto, rimando: “Pienso que es irresponsable suponer que una información de medios de comunicación y de redes sociales va a producir la renuncia, además el vicepresidente fue “electo”, no “selecto” y el presidente tiene la capacidad de cambiar a los ministros, pero no tiene la capacidad de cambiar al vicepresidente”.
Ya saben, no disponemos de mecanismos inmediatos contra la corrupción, y eso que las leyes complican el despilfarro, pero hay quienes saben cómo hacerlo. No hay protesta que nos quite de encima esta lacra y ni siquiera el actual “electo” puede sustituir a su “vice electo” y nunca rendirá cuentas por no haber sido más “selecto”, porque sí, la responsabilidad es del que elige.
La importancia de Ernesto radica en tener claves desde dentro del poder para desalentar protestas con un rimado “electo, selecto”. Nada de lo que digamos resolverá el problema. Y lo triste de todo es que, incluso en estos tiempos tan duros, que están poniendo de manifiesto la verdad de nuestra circunstancia nacional, los electos tomen ventaja para seguir defraudándonos, poniendo en marcha un tictacteo social muy peligroso.
Que el vice “electo” no “selecto” se aparte de su cargo ministerial no es suficiente. No es elegante sacrificar chivos y pretender que los demás nos creamos el cuento de la transparencia. No olvidemos que “parecer” transparente no significa serlo. Lo selecto en política es elegir a los mejores y desechar a los opacos, pero, ya lo ha dicho Ernesto rimando, eso es prácticamente un mito.
El autor es escritor