En 1987, la Asamblea Mundial de la Salud instituyó el 31 de mayo como Día Mundial sin Tabaco, con el objetivo de llamar la atención global sobre la epidemia del tabaquismo y las consecuencias en la salud y los efectos en la calidad de vida de las personas. En 2004, Panamá fue uno de los primeros 40 países en ratificar el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco, y posteriormente aprobó la Ley 13 de 24 de enero de 2008, muy asertiva en el control del tabaquismo.
En 2018, la OMS dio a conocer que las muertes causadas por cáncer de pulmón en Panamá representan 1.94% del total de fallecimientos, lo cual nos colocaba en el lugar número 106 en el mundo. Si bien es cierto que la exposición al humo del cigarrillo afecta a quienes lo consumen como a quienes de manera pasiva lo aspiran, las reglamentaciones han permitido espacios libres de humo. Esto es importante en el contexto de que el humo del cigarrillo también puede ser un factor de riesgo para la transmisión y/o contagio del virus de SAR-CoV2, aún en espacios abiertos.
Las estadísticas muestran que 7 de cada 10 fumadores quieren dejar el hábito. Esto explica el creciente uso de los llamados cigarrillos electrónicos, y otros dispositivos que permitan el llamado vaping. Aun así, estas opciones no dejan de ser peligrosas: para enero de 2020, se reportaron 60 muertes por lesiones pulmonares asociadas al uso de estos dispositivos.
Preocupa la popularidad de estos dispositivos entre los jóvenes, según el CDC. Para el 2015, el consumo de cigarrillos electrónicos entre los estudiantes de secundaria de Estados Unidos había aumentado un 900%, mientras el 40% de los jóvenes usuarios nunca habían fumado tabaco normal.
En Panamá, se discute el proyecto de ley 178, que establece un marco legal de prohibición del uso de los diferentes tipos de dispositivos con o sin nicotina. Desde Ciencia en Panamá, solicitamos que se haga uso de toda la información científica disponible para implementar las normativas necesarias para evitar factores de riesgo de enfermedades cardiopulmonares que pueden afectar a nuestras presentes y futuras generaciones.
La autora es doctora en farmacología y miembro fundador de Ciencia en Panamá