El Opus Dei es una organización religiosa católica denominada prelatura personal. Fundada en 1927 por Josemaria Escrivá de Balaguer. Dedicada a “la enseñanza del llamado universal a la santidad y a promover, en todos los niveles de la sociedad, la santificación del trabajo corriente'. La encabeza actualmente un “prelado” o jefe jerárquico y la componen miembros de inferior escalafón, sacerdotes y profesionales laicos. Recientemente, el actual prelado, monseñor Fernando Ocáriz, publicó un sermón (La Estrella de Panamá, 5/5/2020). Nos ha llamado a la solidaridad resaltando el trabajo que, sostiene, fue establecido por Dios en el Antiguo Testamento. “Al trabajar -nos dice- establecemos una relación con Dios…”.
Nada que objetar a la recomendación a la solidaridad y al trabajo, pero sí a la analogía con un designio divino. Especialmente la que proviene de esta organización religiosa que, en un mundo cada vez más distanciado de la moral fundada en la religión, pretende señalar el camino que conduce a desestimar la separación de la Iglesia del Estado, principio reconocido en la inmensa mayoría de las Constituciones y en la Declaración de los Derechos Humanos.
El Opus Dei aparenta tolerancia y ecuanimidad, pero en realidad es una cofradía de fanáticos de inspiración medieval que se regocijaría de atiborrar al Estado de numerarios y otros miembros laicos.
Pero dejemos que San Josemaría describa con sus propias palabras el carácter de la obra. Quizás conociendo de primera mano su pensamiento, podríamos decidir si deseamos contagiarnos del fervor que abruma a sus apologistas.
Morbo y superstición. He aquí algunas irradiaciones de san Josemaría Escrivá de Balaguer con las que gustaba iluminar el camino de salvación. Son expresiones morbosas, de una psicología del miedo y del dolor, alimentadas por la superstición:
‘Bendito sea el dolor. Amado sea el dolor. Santificado sea el dolor. Glorificado sea el dolor’. (Camino, 208). ‘Ningún ideal se convierte en realidad sin sacrificio. Niégate a ti mismo. ¡Es tan hermoso ser víctima!’. (Camino, 175). ‘Mortificación interior. No creo en tu mortificación interior si veo que desprecias, que no practicas, la mortificación de los sentidos’. (Camino, 181). ‘Todo lo que no te lleve a Dios es un estorbo. Arráncalo y tíralo lejos’. (Camino, 189). ‘Agradece, como un favor muy especial, ese santo aborrecimiento que sientes en ti mismo’. (Camino, 207). ‘Por defender su pureza, San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a espinosos arbustos, San Bernardo se zambulló en un estanque helado. Y tú ¿qué has hecho?’. (Camino, 143). ‘Si sabes que tu cuerpo es tu enemigo, y enemigo de la gloria de Dios, puesto que es enemigo de tu santificación, ¿por qué lo tratas con tanta blandura?’. (Camino, 227). ‘Tu mayor enemigo eres tú mismo’. (Camino, 225). ‘Libros: no los compres sin aconsejarte de personas cristianas, doctas y discretas. Podrías comprar una cosa inútil o perjudicial. ¡Cuántas veces creen llevar debajo del brazo un libro y llevan una carga de basura!’. (Camino, 339). ‘Los (numerarios del Opus Dei), para ser castos y reducir el cuerpo a servidumbre, observarán la piadosa costumbre de llevar un pequeño cilicio (prenda de vestir con púas o asperezas) durante dos horas al día por lo menos; una vez por semana harán las disciplinas (azotes en la espalda y poco más abajo) y dormirán en el suelo, siempre que la salud no se resienta’. (Constituciones del Opus Dei). ‘Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien’. (Camino, 593). ‘No pongas fácilmente de manifiesto la intimidad de tu apostolado: ¿no ves que el mundo está lleno de egoístas incomprensiones?’. (Camino, 643).
Es fácil comprender la inclinación a la discreción que aconsejaba Escrivá de Balaguer ya encaramado al cielo o más bien situado en una relación viva y personal con el Omnipotente. Desconocemos si otros comparten la suerte del fundador, considerado hoy totalmente purificado y ejemplo de virtud y proceder, pero no para mí.
El autores abogado y doctor en filosofía