La pandemia del covid-19 ha puesto en evidencia que ante una emergencia sanitaria, como la que azota al país y al mundo, lo público adquiere jerarquía en la organización de la economía y la sociedad. Ningún gobierno puede escapar de la universalidad del coronavirus y, mientras protege la vida colectiva y los derechos sociales, debe conservar el dinamismo del mercado. Un buen gobierno es el único que puede hacer la diferencia entre la calamidad y la catástrofe.
Panamá, sin ninguna duda, superará la actual emergencia porque posee las herramientas de política económica, y está mejor equipado que algunos de sus vecinos para enfrentarla, por su historial de crecimiento y la flexibilidad de su deuda pública en relación con el PIB.
Prueba de ello fue la rapidez con que -como el primer país latinoamericano en acudir a los mercados de capitales- pudo colocar bonos por $2,500 millones. Adicionalmente el gobierno del presidente Nito Cortizo obtuvo $1,700 millones de organismos financieros internacionales para fortalecer las finanzas públicas e inyectar liquidez a las empresas. Los mercados expresaron confianza en que el país volverá a crecer, superada la pandemia, mediante ajustes graduales.
No puede obviarse que la recesión global afectará a Panamá debido a su integración a la economía mundial a través del Canal, las finanzas, el comercio, el transporte, las telecomunicaciones, el turismo y, más recientemente, la explotación minera. Esas aparentes debilidades coyunturales, son fortalezas que Panamá debe repotenciar mediante una planificación estratégica innovadora atrayendo las inversiones que, ante la crisis, buscan puertos seguros.
En el sector de la construcción hay posibilidades inmediatas de reactivación con proyectos como el nuevo Hospital del Niño, el Cuarto Puente sobre el Canal y la Línea 3 del Metro, a través de alianzas estratégicas que aseguren financiamientos sin comprometer la deuda pública.
Nito está dando pasos para reducir el impacto destructivo del coronavirus en la economía nacional consciente de que debe revitalizar el sector público con una profunda reforma que lo desburocratice, despolitice y haga más transparente.
El sector privado también debe resetearse. Dos meses antes del brote del coronavirus los más prestigiosos diarios financieros y las principales empresas globales urgieron por enterrar el dogma de que el interés de los accionistas debe prevalecer sobre cualquier otro interés. De la forma cómo sean tomados en cuenta los trabajadores, los clientes, los proveedores y las comunidades, depende su porvenir. Una empresa sin un propósito social, no tiene futuro, fue la conclusión.
El diario británico The Financial Times, uno de los abanderados de esa iniciativa, destacó hace unos días que “para pedir un sacrificio colectivo uno debe ofrecer un contrato social que beneficie a todos”. En ese debate algunos ven la crisis como el alumbramiento de un nuevo modelo social. Otros como un momento de gestión de un simple accidente -grave sin duda- pero que no implica cuestionamientos del sistema social.
Por eso la importancia del rol más activo del Estado en la economía para mejorar la vida de todos con la menor tasa posible de perturbación. Después de la batalla sanitaria el gasto público será el motor de la recuperación. No es entregarse al dogma keynesiano, sino comprender que éste es el momento de acción del Estado para incrementar el gasto y la deuda pública, como medida excepcional, en momentos en que el gobierno está sometido a un estrés superior al que habitualmente enfrenta la política.
La emergencia económica no será atendida hasta no superar la emergencia sanitaria. Pero hay que comenzar a ensayar, aunque la cuarenta y el toque de queda se extiendan hasta finales de mayo. Nito, con renovada gobernabilidad y liderazgo, está empeñado en resolver la ecuación de cuidar a la población de la pandemia y evitar que la economía colapse.
El sector público y el privado comprenden que reanudar la actividad económica es una cuestión de supervivencia. Pero recuperar la economía es un proceso que debe hacerse por fases para blindar con un escudo social tanto a la población como a las empresas y los trabajadores. Mientras se salvan vidas, debe abrirse gradualmente el consumo para evitar el colapso de las empresas y el aumento del desempleo.
En ese sentido Nito está actuando –con gran empatía hacia el sacrificio de los panameños- en los dos frentes. Está demostrando que la vida es el primer valor que toma en cuenta su gobierno, pero trabaja al mismo tiempo con un equipo de planificación y coordinación, a través de mesas sectoriales, para encender los motores de la economía llegado el momento de la nueva normalidad.
El autor es periodista