Febrero de 1822 fue un mes de mucho movimiento en Panamá. Según el Calendario histórico de la nacionalidad, de Conte Porras, el 16 de febrero—200 años atrás, en esta fecha—arribaron a nuestra capital el coronel José María Córdova y su tropa del batallón “Alto Magdalena”.
Es probable que llegaran antes, pues zarparon de Cartagena el 17 de enero y desembarcaron en Portobelo el 20 del mismo mes. La madrugada siguiente salieron para Chagres. Una vez allí, el contingente navegó río arriba, hasta la venta de Las Cruces, adonde emprendió la ruta por tierra hasta la capital.
Como carecía de cabalgaduras, según lo explica Pilar Moreno de Ángel en su biografía de Córdova (1977/1995) “hubo de recorrer el camino a pie”. Dos días gastaron los soldados patriotas para cubrir una ruta que normalmente se hacía en 12 horas (págs. 187-188).
Pocos meses antes—en 1821—el istmo había logrado, por sus propios medios, emanciparse de España y unirse al proyecto bolivariano. El movimiento independentista, que comenzó en el partido de Los Santos a principios de noviembre y culminó con la declaración de independencia de Panamá (28 de noviembre) y Santiago de Veraguas (1 de diciembre), desterró de nuestro suelo la monarquía y e instauró la república. Los panameños aún no logramos dimensionar la importancia de esta transformación.
Entre noviembre de 1821 y febrero de 1822, el istmo, adscrito a la República de Colombia, fundada por el Libertador Simón Bolívar, por primera vez ejerció su soberanía, porque el gobierno central aún no había establecido su presencia en nuestro territorio bajo la Constitución de 1821, adoptada en la Villa del Rosario de Cúcuta, que regía en el Estado colombiano.
Gobernaba el país el coronel José de Fábrega, como jefe superior del istmo, conforme al artículo 5° del acta de independencia del 28 de noviembre. Fábrega encabezó el “primer gobierno panameño”, como lo describe Alfredo Castillero Calvo en su indispensable obra 1821.
¿A qué venía Córdova, uno de los más capaces y aguerridos comandantes de las fuerzas patriotas? En su oficio al Libertador presidente, el 29 de noviembre de 1821, informándole de la independencia de Panamá, Fábrega había solicitado “su alta protección en todos los sentidos para poder conservar a la República de Colombia un punto tan interesante”.
Pidió “al menos 300 hombres disciplinados con sus competentes oficiales para las guarniciones de los más importantes puntos por donde podemos ser invadidos”. Además, envió al prócer Ramón Vallarino a entrevistarse con Mariano Montilla, comandante del ejército patriota en Cartagena, a fin de obtener apoyo militar para proteger el istmo, como lo comenta Mariano Arosemena en sus célebres Apuntamientos.
Los istmeños recién emancipados temían una invasión española, pues la pérdida de Panamá significó la ruptura de las comunicaciones entre España y los territorios sudamericanos que aún se mantenían fieles al rey. El temor no era infundado: ni bien se proclamó la independencia cuando dos fragatas españolas, Prueba y Venganza, se asomaron a la bahía.
Fábrega acordó con los comandantes de los buques un pacto de no agresión y su entrega al gobierno independiente del Perú, como lo explica el Dr. Castillero Calvo. Sin embargo, aun después de superado ese problema, se rumoraba que desde Cuba—todavía parte del imperio español—se llevaría a cabo una acción armada contra Panamá.
Enterado de la situación en el istmo y en respuesta a los requerimientos del Libertador Bolívar, quien requería personal para derrotar a las fuerzas realistas en Pasto (Colombia) y Quito (Ecuador), Montilla despachó al istmo el batallón “Alto Magdalena”, al mando de Córdova, “compuesto de 800 infantes y 50 artilleros”, según Moreno de Ángel (pág. 187). Una parte de la tropa debía permanecer en Panamá; el resto seguiría hasta Guayaquil, ya independiente, donde Antonio José de Sucre se preparaba para atacar al ejército realista en Quito.
Al batallón “Alto Magdalena” se unió el penonomeño José Antonio Miró, quien fuera oficial en el batallón “Cataluña” del ejército español. Tras la independencia, se sumó a las filas de la milicia creada por Fábrega para defender al istmo. En febrero de 1822, dice Rodrigo Miró (1975), “marchó al sur con las fuerzas que mandaban José María Córdova y Hermógenes Maza”.
Miró se destacaría en las jornadas independentistas sudamericanas. No sería el único panameño en las líneas patriotas, pues Bolívar había ordenado el reclutamiento de personal “en las provincias del istmo”, según lo indicó en su carta del 1 de febrero a José María Carreño.
Algunos istmeños ingresarían voluntariamente, animados por los ideales bolivarianos; otros, como lo explica Castillero Calvo, serían enganchados, conforme a las prácticas de reclutamiento vigentes en la época.
Carreño, militar venezolano escogido por Bolívar para gobernar en reemplazo de Fábrega, llegó a Panamá en febrero de 1822. Como intendente del Departamento del Istmo, creado el 9 de febrero por el gobierno de Bogotá, conforme a la carta política aprobada en Cúcuta, no tardó en organizar la jura de la Constitución de la República de Colombia.
El acto se prolongó durante tres días, entre el 23 y el 25 de febrero de 1822, e incluyó una función religiosa “esprendidamente [sic] suntuosa”, según Mariano Arosemena (pág. 123). Fue esta la primera constitución republicana que rigió en Panamá, como bien lo recuerda, en un reciente ensayo, el profesor Vargas Velarde (2021).
Hoy, tanto el sector político como la ciudadanía carecen de nociones sobre la forma de gobierno a la que nos asociamos en 1821. Así lo comprueban los desórdenes y desarreglos de la política criolla.
Recuperar y valorizar los principios republicanos es tarea urgente, a la cual espera contribuir la Sociedad Bolivariana de Panamá. Su próxima sesión, el 24 de febrero, estará dedicada a reflexionar sobre el sistema republicano al cual se juró lealtad hace dos siglos.
El autor es politólogo e historiador; director de la maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá; y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá.

