Estoy seguro de que muchos nos preguntamos cómo es posible que un país como Panamá, con numerosas ventajas sobre otros países de la región, aún tenga tantos problemas que la estancan en el subdesarrollo. Algunos de nuestros vecinos nos quieren tratar de convencer que el problema está en “el Imperio” o con las “oligarquías”. Sin embargo, vale la pena analizar quién es el verdadero enemigo de nuestra sociedad.
Nuestro verdadero enemigo es la pobreza, tanto material como espiritual. La pobreza es un síntoma de la actuación de una clase política egoísta y sus cómplices, que insisten en poner sus intereses primero que los intereses del país. Es deber de los ciudadanos honestos, ricos y pobres, empresarios o empleados, poner un alto al juega vivo entronizado y combatir a este enemigo que mantiene a la población ignorante y manipulable.
La primera forma de combatir la pobreza es a través de la educación. Más allá de becas, que muchas veces se convierten en una especie de limosna, hay que enseñarle a las personas a pescar en lugar de darles el pescado. Se necesita crear menos oficinistas y más carreras técnicas. Está comprobado que la educación genera trabajo y solo la educación, a todos los niveles, nos permitirá sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo.
Al mismo tiempo, se debe incentivar la cultura empresarial para crear en nuestras escuelas y universidades menos empleados y más empresarios. Más oportunidades para los panameños de convertirse en microempresarios significa más oportunidades de empleo a todos los niveles. Esto no solo contribuye al desarrollo económico, sino que un trabajo honesto contribuye al sentimiento de autorrealización de las personas, lo que devuelve la seguridad y la esperanza en las personas.
El tercero, pero no menos importante, es fomentar el ahorro. La cultura del consumismo hace que el panameño quiera vivir más allá de sus posibilidades. La única forma de salir de la pobreza es entender que uno no se puede gastar todo su ingreso, que uno debe ahorrar para las malas épocas y para que el dinero trabaje para uno en lugar de que uno trabaje por dinero. La cultura del ahorro se enseña desde pequeños a través del ejemplo, pero también debe incluirse en el pensum educativo en escuelas y universidades clases de manejo de las finanzas personales.
Todas estas iniciativas son la receta para el desarrollo. Sin embargo, su implementación requiere persistencia y sacrificio, dos palabras que al parecer han sido olvidadas en nuestro vocablo. Estar dispuesto a dar el primer paso nos asegura la construcción de un Panamá más seguro de sí mismo, con esperanza, y dispuesto a enfrentar su futuro.