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Hacia adelante, sin darnos por vencidos

Todo va de maravilla hasta que, inesperadamente, surgen dificultades y problemas que interrumpen esa vida pacífica y feliz que estábamos viviendo. Son cosas de la vida que afectan nuestra humanidad, nos preocupan y nos desconciertan. Inicialmente, nos preguntamos por qué. Luego, con un poco de mesura y descansando en la esperanza, giramos la pregunta hacia el para qué nos ha sucedido esto.

Muchos recibimos golpes muy fuertes, y aprendemos a resistir, a afrontarlos. Nuestros planes no siempre salen como queremos, y los ajustamos, buscamos otra opción. Los pensamientos negativos atormentan nuestra mente y hacemos una limpieza mental, dando bienvenida a mejores pensamientos. Los quebrantos de salud nos abaten y hacemos un alto, los remediamos.

En esta vida maravillosa, todos pasamos por millares de dificultades que, con una mirada más noble y franca, suelen esconder oportunidades para hacernos más fuertes, algo no tan fácil de descubrir, aceptar y consumar. Y así, con determinación, ante los infortunios y las penas identificamos soluciones, desechamos lo malo, nos quedamos con lo bueno, logrando finalmente reconocer ante tantos escarmientos que la vida es muy corta y no vale la pena vivirla tristes y amargados. Debemos tomar lo mejor de lo que nos sucede y hacer lo mejor que podamos, recordando que, a pesar de que nos pase de todo, todo pasa.

Nuestro admirable papá nos decía: “no hay camino corto”. Nuestra querida madre nos recordaba que la vida buena es dura y que hay otra vida, pero esa, esa no es vida. Ambos, en su más profundo amor a nosotros, sus hijos, nos brindaban atinados consejos para prevenirnos acerca de la naturaleza real de la vida con la intención bondadosa de formar en nosotros esa valiente postura de, ante las adversidades, aprender a seguir y resurgir, cual ave fénix, con paciencia, confianza y enfoque. En palabras simples, hay situaciones que nos exigen sacrificios y que buscan probarnos de qué estamos hechos. Sin tantos lamentos ni excusas y a nuestro propio ritmo, nos atrevemos a enfrentar las dificultades y las frustraciones que aparecen crucialmente en nuestras vidas, así como nuestras luchas internas.

Irónicamente, una vida cómoda sin adversidad nos limita, nos estanca, pues restringe nuestra disposición de obrar en base al potencial que reside dentro de nosotros para poder conseguir nuestras metas, realizar nuestros sueños, crecer o, sencillamente, fluir en armonía con la vida. Por ende, debemos proponernos elevarnos por encima de los desafíos, así como la cometa se alza contra el viento, con el fin de acertar en la respuesta que queremos encontrar o darle a la pregunta: ¿para qué nos ha sucedido esto?

Las situaciones duras y los percances que en varias ocasiones experimentamos en la vida nos exigen una introspección personal que nos lleve a saber y a revelar qué hay en nuestros corazones. Con fervor y sin desesperación, hay que creer en uno mismo, aunque no comprendamos a ciencia cierta que determinadas situaciones no son casualidades y que probablemente son realidades necesarias que se nos presentan para ser resueltas y que, a la vez, nos espabilan y liberan. Otro gran misterio en el drama de la existencia.

Considero que muchas cosas se superan y otras, sencillamente, hay que sobrellevarlas con integridad. Sea como sea, materializamos los ajustes indispensables que nos llevan a conservar esa actitud positiva a pesar de las tribulaciones, lo que nos ayuda a obtener un sentido más claro y valioso de la vida misma. Sería nuestra principal conquista.

Hubiese querido que varias de las cosas que me han sucedido hubieran sido de modo diferente, pero la vida es como es, no como queremos que sea. Ciertamente, resulta inútil esperar que sea perfecta y que todo este solucionado para vivirla pacífica y felizmente. No podemos dejar que la vida se nos pase.

Y, aunque no todo se puede elegir ni en todo tenemos control, todavía hay un importante margen en el que podemos decidir cosas importantes. Querer es poder. Nuestra única y mejor opción es hacer un alto, respirar, tomar fuerzas, reiniciarnos y seguir hacia delante.

Vaciar nuestra vida de angustias, preocupaciones excesivas, dudas y miedos, para llenarnos de paz y amor en cada amanecer. En fin, sabernos personas capaces de levantarnos una y otra vez.

El autor es activista en pro de la felicidad


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