Por supuesto que nadie se cree el cuento de que el reo escapado y posteriormente capturado murió como resultado de haberse caído de un árbol, cuando en su cuerpo eran visibles, según ha trascendido, las pruebas de haber recibido múltiples golpes causados por objetos contundentes. Agréguense a este hecho las recientes y muy sospechosas muertes de varios menores por disparos hechos prácticamente a quemarropa, seguidas de muy dudosas explicaciones por parte de la Policía, y habrá que concluir que algo sumamente grave está ocurriendo.
Estos últimos casos, que se suman a una cadena de otros hechos altamente preocupantes, como son las frecuentes muertes que ocurren dentro de los centros penitenciarios, la proliferación en éstos de armas y celulares, las constantes fugas o las ejecuciones a plena luz del día, de las que se dan detallados informes por los responsables policiales pero que nunca llegan a aclararse plenamente, son, como no puede ser de otra manera, causa de creciente y justificada alarma en toda la población, que, también justificadamente, demanda que se ponga un alto a esa escalada de inseguridad.
Sin embargo, debemos ser muy cautelosos a la hora de aupar soluciones. La proclividad comprobada que existe en muchos cuerpos policiales de asumir el papel de "justicieros" no debe ser alentada bajo ninguna circunstancia. El riesgo que corremos de volver a los tiempos y métodos que practicaba impunemente la dictadura militar es muy grande, sobre todo, porque sectores que añoran volver al pasado están dispuestos a valerse de cualquier pretexto, y la excusa de que son necesarias "medidas drásticas" para combatir la creciente delincuencia, les viene como anillo al dedo.
Si la inseguridad ha aumentado, especialmente durante los tres años que lleva gobernando "la patria nueva", suya es la mayor parte de la responsabilidad. Mientras el gobierno de turno, de manera irresponsable, siga jugando a ignorar o esconder factores que son causa y germen de la delincuencia, nunca habrá una política de Estado diseñada coherentemente y aplicada con sentido de realidad, sin estridencias propagandísticas, para atacarla en sus verdaderas raíces.
Las medidas hasta ahora tomadas por el presente Gobierno, aparte de preocupar, por sus sesgos militarizantes y característico histrionismo, son cualquier cosa menos el producto de un consenso nacional que, en éste, como en muchos otros casos, es necesario para que el conjunto de la sociedad pueda ser factor activo en las soluciones. En lugar de espectáculos mediáticos, saturades incongruencias, que solo sirven para satisfacer el egocentrismo de sus protagonistas, se impone que el Gobierno, con humildad, acepte sus errores y convoque a la construcción de un consenso nacional para buscar soluciones viables y duraderas, enmarcadas, por encima de todo, dentro del respeto a las garantías fundamentales y a la preservación del estado de derecho.
