En fechas que marcan sucesos trascendentales en el país como hoy, 42 años después del 11 de octubre de 1968, sugerimos hacer una pausa para reflexionar y, como un águila, mirar desde las alturas, embriagados de optimismo hacia nuestra república, comprendiendo que los panameños hemos logrado hacer de ella una nación hermosa y pujante. Solo ayer, en 1903, éramos la patria imberbe, indefensa, temerosa y bajo amenaza, pues aún teníamos el cordón umbilical unido a Colombia. Aquellas circunstancias obligaron a nuestros próceres a buscar protección en la bolsa marsupial de Estados Unidos para acumular fuerzas y lanzarnos luego a perfeccionar nuestra soberanía, lo que tomó un siglo.
Hoy, tras solo 107 de vida independiente, la república luce vigorosa y autodeterminada ante los retos para su desarrollo. La ocasión es propicia para repasar los hechos que fueron tallando nuestra personalidad de nación libre y soberana. Veamos entonces. Algunos historiadores tildan de oportunista, conspirador e impostor al ingeniero Philippe Bunau–Varilla, porque siendo francés y no panameño incurrió en un abuso o arbitrariedad, al firmar el tratado a perpetuidad con Estados Unidos, sobre el Canal y zonas adyacentes, el 18 de noviembre de 1903, en la residencia del secretario John Hay, en la ciudad de Washington.
Deberíamos preguntarnos ¿Cuáles eran las circunstancias imperantes que obligaron a nombrar a este francés como nuestro primer embajador ante el Gobierno norteamericano? Él no pudo autonombrarse embajador ¿verdad? Ubicándonos en aquel episodio de emergencia independentista en 1903, nuestro primer presidente, colombiano de nacimiento, el Dr. Manuel Amador Guerrero y la “Comisión de Asuntos Constitucionales, a nuestro juicio jugaron su mejor carta al designar a Bunau–Varilla como embajador plenipotenciario y negociador ante EU, quien a juicio de muchos cumplió con la patriótica misión que se le había encomendado de negociar el tratado, una réplica exacta confeccionada por los gringos, la misma que había rechazado Colombia unos meses antes. Bunau–Varilla partió hacia Washington con dicho documento en su maletín e instrucciones precisas para convertirlo en un tratado, sin dilación. Además, desarrolló una participación decisiva de inteligencia estratégica ante la Casa Blanca, en apoyo a la decisión separatista de Panamá de Colombia. Por otra parte, había demostrado tener vínculos de influencia, confianza y el respeto de los norteamericanos.
Es evidente que Bunau–Varilla no necesita que alguien –y menos yo– un siglo después lo defienda, lo que deseo es introducir el pensamiento filosófico sobre la conducta y proceder de los hombres. El escritor español Ortega y Gasset expresa que la actuación de los hombres las definen las circunstancias donde se encuentra inmersos… “Yo soy y mis circunstancias”. En consecuencia, opinamos que Bunau–Varilla, contrario al criterio de aquellos nuestros próceres, supo hacer frente con devoción a sus circunstancias, en 1903.
Durante el primer golpe de Estado en la historia republicana, el 2 de enero de 1931, las “circunstancias” imperantes obligaron a los hermanos Harmodio y Arnulfo Arias, letrados cabecillas del movimiento populista “Acción Comunal” a actuar contra la oligarquía, que derrocó al presidente constitucional Florencio H. Arosemena y dejó un saldo de 12 muertos. Los objetivos de ese movimiento se desvanecieron en corto tiempo entre los intereses y la partidocracia.
El 3 de abril de 1959, Santa Fe de Veraguas, Cerro Tute: “Don Anatolio, mandó a decir a don Chico que salga temprano mañana y que use otro camino, porque estalló la guerra; la Guardia Nacional al mando de un capitán Torrijos está en el pueblo de Santa Fe”. La presencia militar obedecía a que 25 estudiantes se habían alzado en armas contra el Gobierno y se encontraban en las faldas del cerro Tute. Cincuenta años después, Virgilio García, uno de los estudiantes combatientes expresó: “En esa gesta perdí a mi hermano menor Domingo García y a otros cuatro compañeros. La aventura valió la pena, como consecuencia de ese alzamiento fructificó con los años en el golpe militar del 11 de octubre de 1968, entonces la situación del país mejoró radicalmente”.
El 11 de octubre de 1968, cuando la institucionalidad de la Guardia Nacional se vio amenazada por el gobierno del Dr. Arnulfo Arias, quien ganó las elecciones de mayo de 1968, al cancelar y derogar la Ley del Escalafón de Méritos y Antigüedades de la institución, y cuando algunos jefes obligados al retiro habían claudicado inertes, “eran las circunstancias”. Además, en una previa crisis política que culminó con una conspiración de los partidos, es decir un “golpe parlamentario”, pero fallido, contra el presidente constitucional Marco A. Robles, en las postrimerías de su mandato, ese “parlamentazo” lo que buscaba era la cabeza política del Dr. Arnulfo Arias.
Omar Torrijos y prácticamente toda la oficialidad de la Guardia Nacional, decidimos derrocar al presidente Arias por instinto de conservación personal e institucional. El constitucionalista Dr. Carlos Bolívar Pedreschi da una versión en un ensayo publicado de aquellos sucesos previos al golpe del 11 de octubre, donde reseña, cuáles fueron las “circunstancias” que obligaron a los militares de la Guardia Nacional a derrocar al Dr. Arnulfo Arias.
Pasan los años y desde la óptica de ese águila en las alturas, Omar Torrijos representa el “último prócer” de la creación de nuestra república.