No hablaré de religión, pueden seguir leyendo sin temor. Lo que está sucediendo por estos lares me trajo a la mente la obra de Dan Brown, Ángeles y Demonios. El autor describe los intentos de una legendaria sociedad secreta para destruir al Vaticano. Las pistas que encuentra Langdon, el experto en descifrar símbolos antiguos, lo conducen a inspeccionar los llamados Altares de la Ciencia. Cada altar se refería a los clásicos cuatro elementos vitales (tierra, aire, agua y fuego) que forman parte primordial de la existencia de todos los seres vivos, incluyendo a la irracional especie humana. Los cardenales más influyentes de la época habían sido asesinados utilizando un método vinculado al elemento en cuestión. Curiosamente, las mismas técnicas están siendo utilizadas para destruir a Panamá. Los jefes de las instituciones Anam, Alcaldía, Idaan y policía son nuestros Illuminati.
La Tierra está sufriendo los estragos de empresarios avariciosos y políticos inconscientes. Los negociados de madera, piedra y arena han acabado con gran parte de bosques y playas. La caótica proliferación de torres de concreto ha mermado la apreciación de paisajes urbanos, aniquilado áreas verdes, asfixiado el entorno de parques, diezmado espacios para caminar o estacionar, estancado drenajes pluviales y embotellado la ciudad en un laberinto inmobiliario. Cada vez hay menos manglares al sur de la metrópoli, se rellenan terrenos pantanosos y se fabrican islas artificiales para albergar a ricos o famosos. La explotación minera indiscriminada, riqueza para unos y miseria para muchos, agrede la estabilidad ecológica del país. La Tierra tiende a cobrarse lo que le quitemos. Las generaciones venideras pagarán caro las codicias de hoy.
El aire está más contaminado. Humo de fábricas y emisiones tóxicas de una creciente maraña de vehículos que circulan por calles y avenidas trancadas recurrentemente. La basura, además de representar una amenaza microbiana a la salud ciudadana, emite una multiplicidad de gases irritantes que incrementan episodios de asma y otras afecciones respiratorias. La incapacidad de la comuna capitalina ya rebasó los límites de la imbecilidad. Tenía razón Einstein. La estupidez es infinita, mucho más que el vasto universo. Como respuesta, aparece una nueva autoridad de aseo. Me preocupa que haya sido incorporada como dependencia del Minsa, un ministerio que tiene tantas funciones que por mucho abarcar quedará sin apretar en nada. Para rematar, el panameño promedio tiene nula conciencia sobre su peligrosa práctica de tirar desperdicios en suelos, alcantarillas y riachuelos a su alrededor.
El agua, antes motivo de orgullo nacional, sucumbe a la torpeza y voracidad de los partidos en el poder. La sempiterna intromisión política en las instituciones públicas tiene siempre efectos adversos a mediano o largo plazo. ¿Cuándo llegará el día en que los méritos técnicos sean los que determinen la designación de directores? El problema actual del agua traduce la crónica de una escasez anunciada. Había informes científicos, elaborados hace más de 20 años, que alertaban sobre la crisis del lago Alajuela. Hace medio siglo, el 80% de la cuenca canalera estaba cubierta por bosques y ahora solo un 20%.
La deforestación, la invasión humana de hábitats silvestres y la improvisada construcción de caminos han facilitado los deslaves provocados por las lluvias y propiciado mayor sedimentación de los lechos lagunares. Si, a todo esto, agregamos la falta de mantenimiento de estructuras y la nula previsión ante potenciales desastres, los malos presagios tienden a cumplirse. La ausencia de dosificadores es un simple ejemplo de ineptitud administrativa.
El fuego se usa para diezmar a la población carcelaria. Lo que acaba de acontecer con reclusos adolescentes, la mayoría pagando condenas menores, es realmente inverosímil. Por más delincuentes que hayan sido los jóvenes afectados, empero, verlos quemándose y no actuar para ayudarlos es típico de siniestros individuos de la peor bajeza moral. Lo inaudito fue visualizar a dos policías mofándose de la incineración en tiempo real, uno gritando “muéranse” y el otro riéndose con sarcasmo. El calificativo de cuadrúpedos sería un insulto a cualquier vertebrado. En el reino animal, se mata por supervivencia, no para disfrutar la agonía del otro. A estos agentes les debe caer el máximo de pena jurídica. No hacerlo sería evidencia palpable de la complicidad de unas autoridades que irrespetan derechos humanos básicos.
Ando crispado por lo que veo en Panamá. En Escandinavia, los responsables renuncian por dignidad. En China, los pasan por la guillotina. Aquí, los perdonan y condecoran. El pasado nos encadena y el presente nos tortura. Que mala pinta nos depara el futuro. Hay quienes creen, todavía, que estamos cerca del primer mundo. No me jodan.