Una de las razones por las cuales me siento orgulloso de ejercer la química, es que al ser una ciencia exacta está basada en principios incuestionables y porque cuando damos opiniones técnicas no es cualquiera que las puede rebatir. Contrario a ello, es frecuente observar cómo pronunciamientos dentro de las llamadas ciencias sociales son abierta y fuertemente criticados por personas que no necesariamente son profesionales. Es por ello que estas palabras de reflexión las fundamentaré en leyes físicas.
La segunda ley de la termodinámica dice, en términos sencillos, que si en un sistema se produce espontáneamente un ordenamiento, su entorno sufrirá un desarreglo en proporciones tales que el desarreglo global será mayor (en términos técnicos significa que la entropía del universo aumenta). Cómo entender esta ley, cuando la actividad humana se centra en hacer “cosas ordenadas” y sobre todo, porque la vida misma implica un alto grado de orden. Según dicha ley, el proceso de crecimiento altamente ordenado de un ser humano produce un mayor desorden en su entorno, al exhalar CO2 y agua, con nuestras secreciones y al calentar con nuestro cuerpo la atmósfera que nos rodea.
Veamos ahora el caso en que el sistema en discusión es una ciudad, en donde los edificios y materiales que se encuentran en ella evidentemente tienen cierto orden. ¿Cuál sería el desorden causado por dicha actividad en su entorno? Ese desorden es lo que llamamos contaminación, y será inevitable porque cualquier objeto que construyamos ordena la materia, que por ley física originará un desorden mayor en otra parte. Aunque suene contradictorio, el recoger la basura para llevarla al vertedero es ordenar, lo que representará un desorden mayor en el entorno de la basura. Ese desorden lo originan las emisiones de CO2, agua, etc. y el calor de los vehículos que transportan la basura.
Evidentemente, es mejor generar CO2 que ahogarnos en basura, pero este simple ejemplo ilustra el porqué en estos momentos la preocupación mundial en materia ambiental es sobre el CO2. Todos esos esfuerzos que hacemos supuestamente para eliminar contaminantes terminan en lo que pensamos no nos hace daño, pero que pronto literalmente nos freirá con el fenómeno del invernadero, el CO2.
No nos dejemos engañar por esos productos que nos quieren vender como ecológicos, como aquellos lujosos autos de hidrógeno. En primer lugar, el hidrógeno se obtiene principalmente de hidrocarburos y adivinen en qué se transforma el carbono que contiene, en CO2. Por otro lado, los altos precios de estos vehículos se deben a que muchas personas invirtieron tiempo y energía para su construcción. Por ello, al comprar un auto de hidrógeno, la contaminación con CO2 se dio por adelantado.
“Significa que la única forma de evitar la contaminación ambiental es regresando a las cavernas”, me dice atinadamente un estudiante; a quien respondí: “No sería mala idea”. El problema está en que la economía de nuestras sociedades depende en gran medida de la actitud del consumidor, y por ello ningún gobernante promoverá frenar el consumismo. Por ahora, mientras más gastamos en “objetos ordenados” nos sentimos mejor, pero la segunda ley de la termodinámica nos dice que no será por mucho tiempo.
¿Qué hacer frente a este fenómeno aparentemente apocalíptico? Además de evitar el consumismo, podríamos considerar que según la ley en mención, el ordenamiento producido por la actividad humana solo podría ser sostenible si la energía utilizada para ello viniese del espacio. Pero hay un problema, la energía solar no es suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades energéticas; sin embargo, dicha energía tendría que ser utilizada para “ordenar” ese contaminante inevitable, el CO2. ¿Cómo lo hacemos? Pues permitiendo el crecimiento de árboles, tal como la naturaleza nos lo ha enseñado desde hace millones de años, pero por alguna razón no le hacemos caso.
¿Qué más podemos hacer? Podríamos aceptar que posiblemente ya somos demasiado en este planeta y tomar en serio el control de su población. De todos es conocido que si no fuera por los fertilizantes químicos, la Tierra no pudiera producir la cantidad de alimentos que necesitamos. Si la Tierra por sí sola ya no nos puede alimentar, ¿qué más evidencias queremos? Cree Ud., mi estimado lector, que en el patio de su casa, si es que lo tiene, puede criar y sembrar los alimentos que necesita. Entonces… ¿Dónde sembraríamos los árboles requeridos para ese crecimiento termodinámicamente sostenible?
