He seguido con mucha atención todos los debates sobre el grave desempleo privado, la estatización del empleo (muchos falsos o “botellas”) y, sobre todo, lo referente a los informales, normalmente estigmatizándolos y presentando su incremento como una desgracia para el país.
Veamos quiénes son los “informales”. René Quevedo, un consultor empresarial prestigioso y mediático,ha dicho claramente “yo pertenezco a la categoría de informales”. Eso lo dice todo, pero además de estar en ese renglón todos los profesionales, orgullo del país, también están todos los emprendedores de la micro y pequeña empresa, y una gran parte de ellas son mujeres que no solo son madres y padres, sino que son las productoras de recursos de sus hogares; las verdaderas heroínas de la economía del país, por ser, al fin y al cabo, ¡las mayores productoras de empleos del país! Dicho en otras palabras, esta “informalidad”, lejos de ser una desgracia, es una virtud. Si algo hay que hacer es promover la virtud del emprendedurismo, en vez de estigmatizarlo repitiendo, una y otra vez, “el problema es el aumento de la informalidad”.
Recuerden el cuento real que escribí (aunque no recuerdo las cifras exactas) cómo , cuando era presidente de La Prensa (en el tiempo de la pera, hace 30 años), al bajar hacia mi casa diariamente como a las 7:00 p.m., le compraba $1 de pan de bolita a un muchacho al hacer la parada en la esquina de Vía España.
Nos llegamos a conocer de tanto comprarle, y un día me dice “jefe, ¿usted no es el que dirige La Prensa, allí en la 12 de Octubre?” Asentí, y me dice: “consígame un trabajo allí, jefe”. A lo que le respondí: “¿qué educación tienes?” Me contestó: “completé primaria, no tengo ninguna especialización... Pero soy muy trabajador”. Le di una cita y cuando llegó, le pregunté cuántos paquetes de pan vendía al día.
“Por allí 30, a $1 cada uno ”.
“Y, ¿cuánto te cuesta el paquete?”
“40 centavos”.
“¿Cuántos días trabajas?”
“Seis días a la semana, pero no los domingos, porque hay muy poca venta”.
Le saqué la cuenta: 30 paquetes diarios a $1 son $30, menos el costo ($12.00), son $18.00 de ganancia diaria. Si lo multiplicas por 26 días, son $468 al mes (el salario mínimo estaba en ese entonces como en $350).
“¡Ah! – me dice – Parece que un trabajo formal no me conviene”.
A la semana siguiente, puso a dos muchachos en las otras dos esquinas y comenzó una micro, y había creado dos empleos más. Todos “informales”. De esta manera, comenzaron todos los grandes emprendedores de hoy. Por ejemplo: los hermanos Motta – de los más grandes empresarios de Panamá – iniciaron vendiendo mantequilla de casa en casa. ¿Cómo puede ser lo que describo un “problemón” y no una gran virtud?
Además, ¿cuál es la gran revolución económica de este momento? La tecnología. ¿Qué muchacho educado tecnológicamente aspira a “buscar trabajo”? ¡Muy pocos! Todos emprenden usando la tecnología, logrando exitazos desde su casa con su computadora; algunos llegan a ser millonarios, a la vez que son “informales”. La tendencia moderna está dirigida al auto-empleo, hoy categorizado como “informal”. Por ésto, la Caja de Seguro Social tiene un modelo destinado a fracasar, pues, ¿cuál inteligente “informal” quiere inscribirse en la CSS, con sus exagerados gastos, pésimo servicio y unas jubilaciones que cada año están menos seguras?
¿Cuál es la solución? No sé, pero se me ocurren locuras como, por ejemplo: la unificación y modernización de un solo servicio médico bajo una sola unidad ejecutora, que ofrezca a todo panameño un seguro médico universal (hay miles de buenos ejemplos en el mundo) y que exista la jubilación social de la CSS pagada por una contribución de todo panameño con ingresos, formales. Quien decide no inscribirse no paga, pero no tiene jubilación oficial y, si quiere, contrata un seguro privado.
Estas y otras muchas serían ideas a considerar en un próximo gobierno, serio y comprometido. El que tenemos ahora no es ni una cosa ni la otra y, sin resolver lo de la CSS, pateará esa lata hacia delante.
Pero volviendo al tema sobre si los “informales” son una desgracia o una virtud: no hay duda de que es una virtud adaptada ahora a la tecnología e irá en aumento progresivo automáticamente.
Sugiero que, para no seguirnos engañando, definamos la terminología ya; eliminemos la palabra “informal” y llamemos las cosas por su nombre. Hay “desempleados” (desgracia) y emprendedores empresariales y/o profesionales (virtud). Cada cual con el nombre que merece su realidad.
El autor es fundador del diario La Prensa


