Debido a la confusión generalizada que se ha ocasionada en relación al concepto de inmunidad de rebaño (“herd immunity”), conviene aclarar su significado en el campo de las enfermedades infecciosas transmisibles. El término, acuñado en 1923, describe un punto en el cual la población es suficientemente inmune al microbio para detener o aminorar su circulación. La vía ideal, más rápida y menos traumática, para alcanzar este umbral de inmunidad es a través de la vacunación masiva. Pero, mientras se espera la anhelada vacuna, resulta imprescindible valerse de medidas de mitigación y aislamiento de casos/contactos para evitar que esta inmunidad, lograda de manera natural, cobre la vida de muchísima gente.
El cálculo de la inmunidad de rebaño se procesa inicialmente a través del R0 (“R-nought”), una variable que denota el número de personas contagiadas por cada individuo infectado. Posteriormente, en la medida que la epidemia avanza, la estimación se realiza mediante el Rt, marcador que captura de manera más precisa la cantidad de contagios en el tiempo y que incluye a los que ya han dejado de ser susceptibles. El porcentaje necesario para alcanzar la inmunidad de rebaño, por tanto, depende de la transmisibilidad del patógeno en cuestión. El virus SARS-CoV-2 tiene un R0 aproximado de 3, mientras que el virus de sarampión posee un R0 cercano a 15. Para sarampión, infección altamente contagiosa, la inmunidad de rebaño se alcanza cuando 93% de la población se ha infectado o vacunado. Para Covid-19, al menos 65-70% debería ser suficiente.
Conviene aclarar que este porcentaje de inmunidad depende de que la cantidad de individuos susceptibles en una población dada se mantenga constante. Cada año, no obstante, nace una cohorte de niños que jamás se ha expuesto al microbio, agregando por tanto más gente vulnerable, fenómeno que hace perdurar la infección en el tiempo. Otro asunto de extrema importancia que pudiera alterar cualquier cálculo está relacionado a la duración de inmunidad que la infección confiere. En el caso de sarampión, la inmunidad por una infección natural es de por vida (similar a la brindada por al menos dos dosis de la vacuna), mientras que para Covid-19 todavía no se ha determinado, aunque se piensa que será menor a 2-3 años, lo que implicaría reforzar la vacunación de forma recurrente. La viruela y la poliomielitis son dos ejemplos de éxito de la vacunación universal, estrategia que pudo mantener la inmunidad de rebaño de manera sostenida y, mediante altas coberturas de inmunización, se ha podido erradicar al agente causal.
Algunas infecciones, no obstante, pese a la amplia exposición natural o vacunación masiva, se mantienen causando enfermedad año tras año. La varicela, por ejemplo, es muy difícil de eliminar porque el virus permanece latente en las raíces nerviosas, reactivándose con la edad debido a la disminución de la respuesta inmune producto de la senescencia, lo que provoca el desarrollo del zoster. El zoster, a su vez, provoca la reaparición de la varicela en los contactos susceptibles. La inmunidad de rebaño, inducida por la inmunización, puede ser solo transitoria si la vacuna no ofrece protección duradera. Tal es el caso de la tosferina o la parotiditis, que cuando los anticuerpos protectores desaparecen con los años, sobrevienen brotes cíclicos de ambas enfermedades. Otro factor que pudiera cambiar el panorama es si, a través de mutaciones, el SARS-CoV-2 se torna menos agresivo y menos afín al epitelio pulmonar humano. De lo contrario, podría incorporarse al repertorio etiológico de las infecciones respiratorias que afecta al mundo año tras año.
Si no se logra obtener una vacuna exitosa contra Covid-19, podría pasar más de 1-2 años para alcanzar la inmunidad de rebaño de manera natural. Solo repasemos los estudios de seroprevalencias poblacionales internacionales, aunque varíen ampliamente según metodología y representatividad. Pese a la enorme cantidad de infectados y fallecidos en muchos países del mundo, los datos recientes revelan que solo entre 5% y 20% de la gente ha sido infectada (contando asintomáticos, leves y sintomáticos confirmados). En cálculos recientes, se estima que por cada caso detectado por los sistemas de salud, puede haber entre 6 y 10 no detectados. Si Panamá ha notificado 80 mil enfermos, implicaría que ya tendríamos al menos medio millón de infectados reales. Nuestras estimaciones, basadas en modelos epidemiológicos propios que toman en cuenta las tasas de letalidad por infección ajustadas por edad, sugieren una prevalencia entre 10% y 12% a nivel nacional, quizás más cercana al 15% en las provincias de Panamá y menos del 10% en regiones del interior. Llegar a la hipotética inmunidad de rebaño de forma natural, por tanto, requeriría un largo y trágico trecho. Para colmo, si la inmunidad conferida por la infección es solo de corta duración, cada año se agregarán más susceptibles a la sociedad, dificultando llegar algún día al ansiado nivel de inmunidad colectiva.
Encontrar vacunas seguras y efectivas parece ser la única solución para combatir el SARS-CoV-2 en el presente y futuro. Cada vez estamos más cerca, afortunadamente.
El autor es médico