SEGURO SOCIAL.

La ira de los mansos

Tomo esta frase de Saramago para señalar la gravedad del momento y la necesidad que tenemos todos los panameños de atender el tema de la Caja de Seguro Social con la responsabilidad y la madurez que ella nos exige.

Siento que el famoso debate se encamina hacia una confrontación social. No importa qué magnitud tenga esta. No estamos escuchando correctamente los mensajes que la sociedad va enviando a través de su silencio. Nos va siendo difícil retomar ese diálogo constructivo que permitió en el pasado encontrar solución a problemas de interés nacional. Es una mala señal y un indicador trágico de lo poco que en realidad hemos logrado cambiar.

Por un lado, parte del gobierno actual se ha empecinado en reducir la discusión de las probables salidas a la llamada crisis de la seguridad social, al diagnóstico contable y financiero, sin atender al espíritu de responsabilidad colectiva y humana que debiera alentar todo el debate. Por el otro, un sector del llamado movimiento social insiste en usar la oportunidad para forzar la discusión de un modelo a todas luces injusto que ha cargado la mano de los sacrificios solo a una parte de la sociedad. Un discurso paralelo que no logra encontrarse y que determinará la inevitable confrontación cuyas dimensiones no me atrevo a predecir.

Es difícil no prestarle atención al pensamiento crítico que se desarrolla en las filas de ese movimiento social. Quizás no tenga la delicadeza que los dirigentes políticos piden para hacerse entender y tenerlos en cuenta, pero ese es un tema de forma que no puede descalificar alegremente la profundidad de sus razonamientos.

Plantear una solución sin tener en cuenta el origen del problema, la relación que este tiene con un modelo económico que ha expulsado a toda una generación de panameños del disfrute de la vida y que no les permite participar siquiera de las bondades del mercado, y en la que cientos de miles de jóvenes deambulan abandonados de la mano de Dios, no es la mejor salida.

Es un tema de oportunidades. Pienso que todavía el presidente, Martín Torrijos, tiene en sus manos las condiciones para encauzar la solución de la seguridad social con un criterio de equidad y sobre todo de justicia social. Es decir, de comenzar a hacer docencia ciudadana con los temas de la Nación. No sé si en el conjunto de su gobierno exista una voluntad colectiva sobre ese tema dado la alianza tan compleja y heterogénea que lo integra y a las presiones internacionales que recibe a diario. Hasta ahora, la estrategia económica se ha venido manejando de manera muy dispersa, con lo cual se dificulta entender qué se quiere y hacia dónde finalmente vamos y cómo encaja en ella la reforma de la seguridad social y su espíritu solidario. Dicen que eso es un estilo novedoso y particular de gobierno. Nosotros preferimos la del diálogo abierto, en donde esté presente la negociación de las partes, las concesiones y finalmente un consenso básico. Quizás esta pueda surgir en la siguiente etapa de la discusión del borrador que se presente a la Asamblea Nacional, que, dicho sea de paso, es el foro menos autorizado para dicha discusión. Quizás nos sorprenda a todos y no aparezca el aumento de la edad de jubilación o el de los años de cuota, temas que han sido rechazados por toda la sociedad.

Sigo sin entender por qué no conversamos un poco más sobre el origen del problema. ¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió en el camino qué nos hizo desviarnos? ¿Por qué llegamos a este fatal dilema? Y no se trata ahora de buscar "chivos expiatorios" donde descargar los golpes. Es que si no tenemos claro su origen menos podremos confiar en que su solución va a ser justa. Podemos poner todos los numeritos que queramos, pero la solución final debe tratarse políticamente y esa es una tarea de los dirigentes, no de los tecnócratas.

La ausencia de claridad y los prejuicios prevalecientes, la desconfianza y la inseguridad colectiva solo pueden superarse aclarando esos temas. Solo así se encuentra una disposición a ese sacrificio que demanda la solución de la seguridad social.

Martín Torrijos tiene en sus manos esa oportunidad. La de encabezar un nuevo movimiento social afín con su discurso electoral. No podemos cerrar los caminos del diálogo, menos aún cuando todavía somos demasiado fuertes. Pero es una posibilidad. Un mal manejo del tema, un predominio de prejuicios, un miedo a las masas, miedo este que rodea a gran parte de su novel equipo, puede generar un retroceso de su incipiente mandato. Ahora no se trata de ponderar su legitimidad ampliamente demostrada en las urnas, sino conocer de sus agallas para mantener la gobernabilidad de una nación que se debate en la desesperanza.


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