Las protestas realizadas por estudiantes de segundo ciclo de cinco colegios públicos en la capital del país dejan muchas preguntas.
La primera pregunta que surge es: ¿Qué hacen cientos de estudiantes durante horas de clase en las calles, sin la dirección de un educador? ¿ Por qué sólo había estudiantes de cinco colegios públicos? No debemos olvidar que los jóvenes estaban en horas lectivas y por lo tanto, bajo la tutela de los cuerpos de educadores de los respectivos colegios. Imaginemos por un instante que en la mañana levantamos temprano a nuestros hijos y los enviamos desayunados, uniformados y bien peinados al colegio, en donde deben recibir educación (instrucción académica, pero sobre todo la capacidad para relacionarse con los demás), y a media mañana encontramos en la televisión a cientos de nuestros jóvenes tirando piedra y corriendo en todas direcciones, sin saber para donde.
Cuando se busca la responsabilidad civil, es decir, al responsable y el esperado resarcimiento a los afectados por los daños, se señala directamente a los padres de familia de los jóvenes detenidos; sin embargo, no hay un análisis de la responsabilidad que recae sobre el cuerpo de educadores, quienes tienen la obligación de mantener una disciplina y garantizar el cumplimiento de un programa académico. Adicionalmente, permitir que cientos de jóvenes salgan hacia sus casas a media mañana, cuando el sistema de transporte masivo (buses) no está preparado para atender dicho volumen de estudiantes, significa poner en riesgo de atropello a cientos de estudiantes debido a que su permanencia en las calles sería mayor que cualquier día que salen a horas normales. El hecho de que estos jóvenes salgan temprano hacia sus casas dificulta la vigilancia y atención por parte de sus padres y/o acudientes, quienes han programado sus agendas con base en una permanencia ya establecida en los establecimientos educativos. Dirigir la responsabilidad civil de estos hechos exclusivamente sobre los padres de los jóvenes detenidos, es desorientar la atención sobre otras causas que requieren atención inmediata por parte del Estado y del sistema educativo.
La segunda pregunta que surge es: ¿Si estos muchachos estaban expresando algunas ideas, ya sean de rechazo o apoyo a algo, qué instrumentos emplearon para expresar esa idea? Desafortunadamente no fue posible observar una bandera de Panamá, o una pancarta, o siquiera una canción o un grito que uniera a los grupos de estudiantes. No fue posible identificar una comparsa, un símbolo pintado en sus uniformes blancos, una señal que permitiera identificar el porqué de la protesta. Evidencian los hechos la ausencia absoluta de iniciativa de liderazgo juvenil, además de una dificultad sentida en la manera de expresar sus ideas. Brilló por su ausencia la capacidad de expresión de sus ideas de los estudiantes de últimos grados. Esto sugiere que el sistema educativo no está cumpliendo con uno de sus objetivos básicos, como es integrar a los jóvenes a la sociedad de manera que expresen sus ideas de manera civilizada.
Finalmente surge la pregunta ¿Por qué, ante un desorden de este tipo, los estudiantes encuentran como mecanismo de expresión de sus ideas la agresión? La respuesta se puede encontrar en la cultura de violencia que se vive diariamente en sus barriadas y en sus hogares. Estos hechos probablemente son indicadores del deterioro social observado. En el 2000, cuando se diseñó el Centro de Asistencia a Víctimas operado por la Procuraduría General de la Nación (OTSCORP, 2000), se evidenció la tendencia al deterioro social y se llamó la atención sobre el incremento esperado en las actividades delictivas. El Centro se diseñó considerando esta tendencia y en su momento, el Ministerio Público llamó la atención a otras instituciones del Estado encargadas del desarrollo y protección social. Esta tendencia no sólo se observa en sectores marginados, también lo es de sectores exclusivos debido a su efecto transversal en la sociedad. Se hace evidente la ausencia de actividades extracurriculares que focalicen la energía de estos jóvenes en el deporte, el teatro, el trabajo social; de manera que se inculque en estos jóvenes valores como la tolerancia, la solidaridad, la equidad, la igualdad. Es decir, se evidencia la falta de inversión social en sus comunidades.
Como un mecanismo de entregar a los jóvenes instrumentos para analizar los elementos que causan los conflictos, en Canadá, en la Columbia Británica, se desarrollan como parte del contenido curricular del área social, seminarios dirigidos a los jóvenes para entregar instrumentos y mecanismos de análisis que permitan observar las tendencias expresadas en los medios de comunicación. En los talleres (de seis sesiones), se analizan diferentes artículos de televisión, prensa escrita, radio, cine e Internet, sobre algún tema neurálgico, de manera que ellos con base en su análisis, tomen una posición de apoyo u objeción y la expresen mediante algún medio de comunicación y en diferentes formas, por ejemplo, comparsas, marionetas, pancartas, teatro, programa de radio, programa de televisión, un guión para un video, etc. Los resultados observados es que se facilita la integración de los jóvenes a diálogos en sus comunidades.
En Panamá es urgente integrar este tipo de actividades en la estructura curricular. Aplazar estas y otras acciones dirigidas a mejorar la capacidad de resolución de conflictos, sugiere que en un futuro tendremos fuertes inversiones en represión, con costos sociales importantes. No perdamos este llamado de atención al sistema educativo. Se requieren ajustes importantes, de manera que se prepare a nuestros jóvenes para un mundo con muchas oportunidades, pero así mismo, más exigente y más conflictivo.