En los hogares panameños se siguen criando a los jóvenes con dogmas sociales y reglas obsoletas que buscan la sumisión. A raíz de esto, por generaciones, nos han arrebatado la noción de nuestras libertades y responsabilidades como individuos autónomos, dentro de un sistema de relaciones dependientes.
Echémosle la culpa a quien sea, pero es un hecho casi omnipresente que en nuestros hogares les enseñamos a los más jóvenes a ser sumisos.
La estructura jerárquica dentro de los hogares sigue una línea determinada en nuestro país: los adultos hablan y los jóvenes escuchan y callan. En otras palabras, quien dirige el barco tiene la última palabra siempre y todos los demás tienen que permanecer sumisos, sin importar la situación. Sin embargo, la cabeza de un hogar no tiene el derecho a ser un dictador en la vida de sus dependientes; así como un jefe no tiene el derecho de ser una tirano con sus trabajadores sólo porque les paga.
Lo que estamos produciendo es una juventud irresponsable que no cuestiona, que no levanta la voz, que no pelea por sus intereses... Ojo cuidado, no estoy llamando a una anarquía doméstica en todos nuestros núcleos, sino. a que suelten los dogmas que nos están retrasando como sociedad y a que cambien la manera de abordar la crianza de nuestros jóvenes.
La violencia nunca debe ser recurso de corrección. Los motivos detrás de una decisión deben ser justos y esta justicia tiene que ser explicada en orden de que nuestra juventud crezca entendiendo el por qué de las cosas. Las decisiones también se deben poner en tela de discusión y negociación en orden de empoderar a la juventud para que busquen aquello que desean en el sistema. Debemos replantearnos la manera en la cual vivimos nuestros roles del hogar y eliminar el género a los mismos, deshacernos de los esquemas y brindar una perspectiva nueva a la crianza con perspectiva que enriquezca con experiencia y teoría, de forma libre y dejando de lado los dogmas que nos han enseñado desde generaciones anteriores o desde la religión. Debemos pensar, a secas, debemos pensar. Pensar por qué nos comportamos, cómo nos comportamos y cómo nuestra conducta puede crear un efecto en cadena que dañe a otros o a nosotros mismos y para eso necesitamos dejar de pensar que una crianza correcta es donde el joven debe ser ciego a lo que dice su acudiente.
El ejercicio consiste en darle a nuestros jóvenes las libertades y responsabilidades que les hemos quitado por miedo a los errores, a causa de los dogmas y tabúes. Enseñarles desde antes cómo es el mundo y cuales son las consecuencias de una decisión. Darles la confianza en que tomarán las mejores decisiones para ellos mismos y que si no que aprendan estrellándose. Despertemos de ese sueño a nuestros jóvenes, donde papá y mamá mandan en todo, les estamos enseñando que aquellos que gobiernan tienen la última palabra y no hay contradicción válida. Debemos enseñarles la libertad a nuestra juventud.
Solo aquellos que son libres son capaces de sacar su máximo potencial entendiendo sus responsabilidades para con la sociedad.
El autor es el coordinador académico de la Fundación Libertad