“Los males que estamos temiendo se conjuran bien leyendo literatura sin programa político, y evitando los programas culturales políticos, que no son otra cosa que un boleto para la alienación. La literatura sin programa político es la que nos hace críticos y libres”, dice mi querido Nicolás Melini, escritor y cineasta español, que no da puntada sin hilo.
Ya salió la gente a hacer su vigilia ante la Asamblea ⸺la cosa se va poniendo seria⸺, y “los males que estamos temiendo”, sólo se conjuran leyendo literatura sin programa político. Y ojo, que “programa político” es también el silencio y el ponerse de perfil ante las cada vez más frecuentes corruptelas del gobierno, seas yeyé o seas pueblo (categorías artificiales que sólo buscan debilitar el movimiento).
Mucho bien pagao, mucho condecorado, mucho compadreo en el reparto del protagonismo en programas culturales. Mucha rebaja del nivel literario en favor de las ventas feriales y la democratización del “yo escribo, imprimo y publico”. Pero, a pesar de esta agenda para el desastre, orquestada por los entusiastas de la ignorancia, el talento literario crece y se proyecta. Unos venden libros y logran sueños; otros escriben libros y dominan el oficio.
La literatura de verdad independiente, no de la calidad, si no del servilismo institucional, es la que de verdad nos hará críticos y libres. Si en España llueve, aquí, en Panamá, no escampa: veo el “Organigrama específico” del Ministerio de Cultura, y la única alusión al tema “libro” es un “Departamento de ferias y encuentros literarios”. Y uno comienza a inquietarse.
A la literatura (al arte), se viene solo y llorado de casa. Se viene con la piel recia y el ánimo templado; se viene a aprender, se viene a cumplir el compromiso fundamental del escritor: escribir buenas historias. Y si es lejos del paraguas institucional, mejor. Eso garantiza la libertad para volver a gritar, ¡el Gobierno está desnudo!, aunque quieran llamarlo bullying los que temen el optimismo crítico.
El autor es escritor