Uno de los temas que más confusión causa y que más combustible le provee a los impulsores de la desinformación, es aquello de la efectividad y seguridad de las vacunas anticovid. Este tema, aunado a la falta de entendimiento del público sobre cómo evolucionan las pandemias y los microbios que las causan, da pie para que haya una intolerancia e inercia intelectual que deja estancados los ánimos y sirve de comidilla a las redes sociales.
Lo primero que hay que entender sobre las vacunas es que su función primaria es proteger al vacunado contra la enfermedad severa y la muerte por la Covid-19. Las vacunas también disminuyen en diverso grado la posibilidad de contagio, pero éste no es su beneficio principal.
Las estadísticas al respecto son claras. En Panamá, 9 de cada 10 personas con curso severo de la Covid y hasta de muerte son personas no vacunadas o con un esquema incompleto de vacunas. Esta cifra es comparable con la situación en países desarrollados, como Estados Unidos. El Centro para la Prevención y el Control de las Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) reporta que en este país del norte, más del 90% de las muertes y enfermos críticos por la Covid-19 son los no vacunados.
Y en un estudio reciente del CDC con data de 27 jurisdicciones de ese país, al comparar sus datos epidemiológicos hasta mediados de marzo, se pudo determinar que la letalidad de la Covid-19 en no vacunados es de 10 a 20 veces más alta que en aquellos vacunados con su esquema completo. Esta situación ha dado pie a la denominación actual de la enfermedad como la “pandemia de los no vacunados”.
Después de casi año y medio de haber sido autorizadas globalmente varias vacunas contra la Covid-19, es necesario hacer contrapeso a la difusión de falsedades y de augurios fatídicos sobre una posible extinción de la raza humana ya vacunada. Nada está más lejos de la verdad, ya que las vacunas protegen de enfermedad grave por el SARS-CoV-2 y salvan vidas.
Comienzo entonces con ofrecerles el testimonio más certero sobre la seguridad de las vacunas y la sobrevivencia establecida de los vacunados alrededor del mundo. Esta semana, la conocida empresa privada Bloomberg recopiló datos provistos por agencias gubernamentales, informes públicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Universidad de Johns Hopkins y la plataforma Our World in Data. En el informe de Bloomberg se reportan 11.4 billones de dosis de vacunas administradas en 184 países del mundo, a una tasa de 14.7 millones de dosis por día.
En Estados Unidos solamente, ya se han administrado 587 millones de vacunas y en nuestro país llevamos 7.2 millones de dosis administradas, con 76% de la población meta ya con 2 dosis y un tercio aproximado con 3 dosis. Además, en Panamá, la vacunación pediátrica avanza con una cobertura del 56% de los niños de 5 a 11 años, para un total de 289,916 dosis pediátricas. (Fuente: Vacunómetro, Panamá Solidario, abril 15 del año en curso). Esta última cifra pone a Panamá proporcionalmente en posición de ventaja sobre Estados Unidos, donde ese mismo grupo etario solo ha alcanzado un 34%, para un total 9.7 millones de dosis iniciales.
Solo con revisar los números, el sentido común y la lógica indican claramente que no hay ninguna verdad en las falacias que con mala intención asustan al público, prometiéndoles falsamente que va a ocurrir un “exterminio en masa” debido a la vacunación. Yo me pregunto si los que difunden estas falsedades se habrán confundido queriendo indicar todo lo contrario... refiriéndose en realidad a los peligros de la pandemia en la población no vacunada.
Ya en el mundo, en Latinoamérica, en Panamá y en los países desarrollados se han administrado tantos millones de vacunas que demuestran con certeza que las vacunas son seguras en niños y adultos, y que protegen contra la muerte por Covid.
Los que insisten en tapar el sol con el dedo en sus redes sociales están, en definitiva, nadando contra la corriente. Los billones de vacunados en el mundo están vivos y protegidos de una terrible enfermedad. Hago un llamado a la cordura y a la solidaridad pública, para ayudar a proteger a los desprotegidos, a los indecisos y a los más vulnerables a la Covid-19. Es una obligación moral y ética para con nuestra población.
La autora es médica pediatra e investigadora científica