La transformación personal



Leyendo el libro fundamental sobre estoicismo El Arte de la Buena Vida de William Irvine me encontré con el siguiente fragmento:

“Los estoicos creían en la reforma social, pero también creían en la transformación personal. Más precisamente, pensaban que el primer paso para transformar una sociedad en una en la que las personas viven una buena vida es enseñarles cómo hacer que su felicidad dependa lo menos posible de sus circunstancias externas”.

El fragmento me hizo pensar en la noción de que la mejor manera de transformar tu situación es haciéndolo tu mismo, no un trabajo delegado a otra persona a través de la reforma social.

Pero, ¿por qué solemos enfocarnos más en la reforma social y otros factores externos en lugar de la transformación personal?

Es más fácil pensar que carecemos de poder y que algo “allá afuera” debe cambiar para que podamos lograr la vida que queremos. Asumir la responsabilidad de tu vida es difícil. Es un viaje intimidante, pero si lo emprendes, sabrás de lo que eres capaz, tus limitaciones, y el resultado concreto de tus esfuerzos. Conocerás el fracaso (sin duda alguna) y el éxito también. Si no lo emprendes, nunca conocerás tu verdadero potencial y vivirás en un mundo de falsas ilusiones.

Aprendemos cómo la sociedad quiere que funcionemos en vez de encontrar nuestras propias competencias y fortalezas. El objetivo del conocimiento es conectarnos con la naturaleza de nuestro ser y brindarnos las herramientas para enfrentar el tema más desafiante de todos, la vida. El sistema educativo se preocupa más por entregar credenciales, información trivial y otorgarnos una ideología que sirve a sus propios intereses.

La mayor parte del tiempo en clase examinamos lo que los demás están haciendo y nos posicionamos de acuerdo con eso. No es de extrañar que la mayoría de los estudiantes terminen el colegio sin saber qué quieren hacer con su vida. Terminan la universidad y para su sorpresa, todavía no tienen idea de lo que quieren hacer con su vida.

Nuestro esquema político y cultural fomenta la mentalidad de víctima. Estamos esperando que alguien nos rescate. Este guión es perjudicial para la víctima porque seguirá siendo víctima por el resto de su vida y es perjudicial para el “salvador” porque se engaña al pensar que está ayudando a la víctima. Pero los políticos no solo participan en este esquema, sino que también lo promueven.

Solo mira cualquier debate presidencial. Cada candidato afirma que posee el poder de hacer felices a sus compatriotas, mientras que su oponente no. Según ellos, la infelicidad o el fracaso nunca es nuestra culpa. Es su “responsabilidad” hacerte más feliz y mejorar tu calidad de vida con sus políticas. Apaga la televisión. Cuanto menos tiempo pases escuchando sus argumentos, más tiempo tendrás para crecer. Como dijo el inversionista y pensador Naval Ravikant: “Ignora la sociedad y la política”.

Pasamos mas tiempo enfocados en lo que hacen los demás y tratando de influenciar situaciones externas en vez transformar nuestra situación actual. Y así, los reformadores sociales maniobran a la sociedad a su antojo, mientras que las masas tararean sus cantos de reforma. Retírate de ese espectáculo. Conviértete en tu propio reformador. Dedica tu tiempo y energía a tu mejora. Te beneficiará a ti, a tu familia y a la sociedad en general.

Para lograr esto hay que aceptar que tu situación actual es responsabilidad tuya. Nadie se exime de la responsabilidad personal. Alguien que nació en la riqueza puede tener una vida fácil, sí. Pero esa vida fácil le puede traer problemas como falta de propósito o motivación. Por otro lado, la adversidad crea a las personas más fuertes y más motivadas.

Claro, la reforma social es importante. Por ejemplo, es imposible tener una vida próspera en un país totalitario. Si sentimos que nuestra sociedad está conspirando contra nosotros, debemos tratar de arreglarla. Sin embargo, nos centramos tanto en aquellos cuya responsabilidad es “reformar” la sociedad que olvidamos que los cambios más trascendentales en nuestra vida nunca provienen de un burócrata sentado detrás de un gran escritorio. Provienen de nosotros mismos.

Tu tienes que enfrentar tus miedos. Tienes que luchar contra esa versión más débil de ti que te quiere llevar por el camino fácil. Tu tendrás que mirar al dragón a los ojos, sentir su aliento y aún así luchar contra él. Para cuando el burócrata, el partido político o la “organización humanitaria” vengan a rescatarte, ya el dragón te habrá hecho trizas.

Claro, deberíamos votar y participar en el diálogo de reforma social. Podríamos pertenecer a una organización o dos. Pero no deberíamos dejarnos llevar por lo que otros están haciendo. Si le prestáramos menos atención a los factores externos, los políticos con sed de poder solo se quedarían con la sed. Una sociedad que no extiende su mano por favores no puede ser controlada.

Enfoca el 90% de tu tiempo, energía, y palabras en tu transformación. Concéntrate menos en lo que está sucediendo “allá afuera” y más en lo que está sucediendo “adentro”.

Espera menos de los que están en el poder y recuerda: “Si no puedes limpiar tu habitación, no intentes cambiar el mundo”. Te sentirás más en control de tu destino. Ampliarás tu esfera de influencia. Y quién sabe, incluso podrías postularte para un cargo e “influir en la reforma social”, si eso es lo que quieres.

¡Por transformación personal!

El autor es consultor de marketing digital

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