“No deja de ser digno de observación y análisis el hecho que los escritos de Rubén Blades, que esporádicamente se refieren a la realidad política del país, le mueven el piso a los políticos…, la mayoría de los cuales, seguramente, no son capaces de escribir cinco párrafos seguidos y que tengan coherencia”.
De todo lo dicho sobre las palabras de Rubén Blades, suscribo estas de mi amigo, el periodista Egbert Lewis, que centran para su análisis el tema de nuestra circunstancia social y política: la falta de altura intelectual para el desarrollo de una alternativa que cambie el rumbo de nuestro país.
La casta insípida e inculta de políticos que tenemos no es capaz de leer y interpretar nada de lo que se les dice. Recurren al argumentario del “anti” y se revuelven contra todo lo que amenace con desalojarlos de la teta en la que se han instalado a perpetuidad. Por eso, cuando alguien mira, reflexiona y opina sobre qué podemos hacer para mejorar, se sienten amenazados.
La falta de comprensión lectora está vinculada a la incapacidad de generar argumentos coherentes. En su lugar, lo que hace el insípido e inculto político, es azuzar miedos atávicos y llamar la atención a detalles fuera del debate para extraviar la atención de los votantes, que necesitan (otra mala costumbre de los que no reflexionan) un enemigo externo, un villano contra el que dirigir todas sus energías, debilitando así la capacidad de ver que el verdadero enemigo, lo tienen sentado en la Asamblea o instalado en nuestras instituciones.
No, Blades no tiene siempre razón, pero toca ponerse a pensar y a reflexionar cuanto antes. Este año, lo declaro el año de la pedagogía política. Hay que ir desmontando mitos, falacias y enemigos de cartón. El texto de Rubén es pertinente: piénsenlo, rebátanlo, mejórenlo. Él no es la solución ni el enemigo: cada panameño, cada uno de nosotros es nuestro peor enemigo y nuestra mejor solución.
El autor es escritor