“¿Nos Estaremos Cubanizando?” titulaba el artículo que leía Pedro en el metro. Trabajador de un grupo bancario, le llamó la atención la parte que mencionaba el control que quiere imponer la Asamblea sobre las tasas de intereses en el sector financiero. “Esto no ocurrirá en Panamá. Nuestro sistema bancario es fuerte y nadie es tan loco como para aprobar algo como esto.” Se dijo a si mismo al terminar de leer el escrito.
Meses más tarde, quedaría sin trabajo, al ocurrir lo mismo que se dio en Costa Rica cuando entró en vigor una ley similar. Ahora sin trabajo, Pedro se preguntaba si, al final, Panamá se estaba Cubanizando…
Lamentablemente, todo indica que este es el rumbo que está tomando nuestro país, gracias a las genialidades de los llamados “Padres de la Patria”. Parece que no es suficiente que el sector bancario haya modificado, hasta el cierre de julio, préstamos que en su totalidad suman más de $27,000 millones, según información reportada por La Prensa, o que un grupo importante de bancos está apoyando a distintas iniciativas privadas para combatir la pandemia mediante clubes cívicos, fundaciones sin fines de lucro, y aliándose con el Movimiento Todo Panamá. Lo que sale a relucir, es que para el gobierno, no importa la cooperación y solidaridad que ha tenido este sector, aun cuando esto se ha hecho de manera voluntaria; es decir, no medió coerción por parte del gobierno para lograr esto.
Preocupa, entonces, ver como se sigue atacando sin cesar los ya endebles fundamentos de nuestra república, que son instituciones reales y un estado de derecho robusto, donde se respete la seguridad jurídica. Puntualmente, el querer poner un tope a los intereses que puedan cobrar los bancos en los créditos que otorgan es tanto un atentado contra la libertad, como una medida draconiana que solo traerá impactos financieros, económicos, y sociales negativos.
El impacto financiero se vería al trastocarse la diferencia entre bajo y alto riesgo, a los cuales se les otorgan tasas más bajas y altas, respectivamente. A su vez, se afectarían las tasas de interés de cuentas de ahorros y depósitos a plazos, ya que los intereses de préstamos se usan para pagar a los ahorristas y depositantes. Por el lado económico, habría una contracción en el crédito y ahorro, que trae consigo menos desarrollos, decrecimiento en el consumo por parte de empresas y personas, y menor capacidad de amortiguar emergencia - como la pandemia - y/o de acumular fondos para emprender, jubilarse, pagar una educación de calidad, entre otros. Por último, el impacto social, muy ligado al económico, redunda en que habría despidos al reducirse los ingresos, ya que los intereses también se usan para pagar salarios, trayendo mayor descontento a una sociedad ya golpeada por los embates de la pandemia y desaceleración económica.
El querer buscar la prosperidad de la mayoría es un fin loable. Lo fundamental, sin embargo, es lograrlo sin violar los derechos básicos de todas las personas. Quisiese creer que la mayoría de la Asamblea entiende esto y no cree en la Cubanización de nuestra sociedad. De lo contrario, entonces, el fin que buscan no sería la prosperidad, sino la equitativa distribución de la pobreza y la miseria.
El autor es financista, especializado en gestión de riesgos y seguros