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Historia

Lincoln, la esclavitud y la tajada de sandía

Uno de los episodios más dramáticos en la historia estadounidense culminó en esta fecha, 155 años atrás. El 15 de abril de 1865, expiró en Washington el presidente Abraham Lincoln, “el gran emancipador”.

La noche anterior, mientras asistía al teatro, recibió un disparo en la cabeza, procedente del revólver de un actor sureño, deseoso de vengar la derrota de la Confederación en la guerra civil recientemente concluida (1861-1865). Herido de muerte, Lincoln agonizó durante nueve horas antes de fallecer, 39 días después de iniciar su segundo período presidencial (1865-1869).

A Lincoln se lo reconoce como el artífice de la abolición de la esclavitud en Estados Unidos. Su proclama de emancipación, emitida el 1 de enero de 1863, liberó a los esclavos en los estados rebeldes.

Aquel pronunciamiento constituyó, esencialmente, un planteamiento moral, ya que el gobierno federal no ejercía control sobre dichos estados, que se habían confederado contra Washington. Además, la constitucionalidad de la medida estaba en duda, por haberse emitido mediante una ordenanza presidencial, cuando a juicio de varios juristas (incluyendo al propio Lincoln), una determinación de ese tipo requería un cambio constitucional.

De tal suerte, en 1864 el presidente propuso la decimotercera enmienda a la Constitución, de acuerdo con la cual: “Ni la esclavitud ni la servidumbre involuntaria existirán en los Estados Unidos o en cualquier lugar sujeto a su jurisdicción, salvo como castigo por un delito del cual la persona haya sido debidamente convicta” (traducción empleada por el Departamento de Estado). Esta reforma fue finalmente ratificada el 6 de diciembre de 1865, casi 8 meses después del asesinato de Lincoln.

La esclavitud nos parece hoy un asunto lejano e inconsecuente, pero su relevancia para nuestros pueblos es enorme. Desde su imposición en el siglo XVI—a partir de la llegada de los primeros africanos esclavizados al Nuevo Mundo, en 1510—estuvo vigente en América durante más o menos 300 años.

La primera entidad política que la abolió en nuestro continente fue Vermont, en 1777, antes de renunciar a su independencia para unirse a Estados Unidos. Aunque otras secciones del norte siguieron sus pasos, hacia el sur, como es sabido, persistió la esclavitud hasta mediados del siglo XIX. De no haber sido por la derrota de la Confederación en la guerra civil, el ámbito de la “servidumbre involuntaria” se hubiese afianzado y, probablemente, extendido.

El esclavismo estaba firmemente arraigado entre los sureños anglosajones, como, también, entre sectores dominantes en Cuba (aún perteneciente a España) y Brasil (en ese tiempo, una monarquía imperial). El profesor Matthew Karp, de la Universidad de Princeton, nos recuerda que, en la primera mitad del siglo XIX, los partidarios de la esclavitud ejercieron influencia importante en la política exterior estadounidense (This Vast Southern Empire, 2016).

La inclinación esclavista formaba parte de la mentalidad de muchos estadounidenses que incursionaban en el extranjero, incluyendo a viajeros, aventureros y filibusteros. A partir de 1849, cuando nuestra zona de tránsito adquirió importancia como ruta hacia y desde California, muchos de los miles de estadounidenses que cruzaban nuestro territorio compartían esas actitudes.

En los planes de no pocos sureños influyentes figuraba la anexión de otros territorios, como el nuestro, útiles a Estados Unidos. Un “vasto imperio” donde perduraría la esclavitud, como componente de un orden social en que la “raza anglosajona” predominaría sobre otros grupos étnicos, era ambicionada por muchos de estos elementos.

Este era uno de los temores de nuestro estadista cimero, Justo Arosemena—crítico permanente de “la odiosa esclavitud”—frente a Estados Unidos en la época anterior a la decimotercera enmienda. Pero dicho temor no era solo una preocupación de la alta intelectualidad, como nos lo recuerda el profesor Aims McGuinness en su estupendo libro Path of Empire (2008).

El pueblo municipal, llano y espeso, que recibía en carne propia los vejámenes relacionados con la inclinación esclavista de muchos pasajeros, resentía estas actitudes “supremacistas” que no tenían cabida en nuestro país, donde la abolición de la esclavitud entró en vigor el 1 de enero de 1852.

Esta es una de las dimensiones importantes del incidente de la tajada de sandía, que enfrentó a estadounidenses en tránsito y sectores populares de la capital—los llamados “arrabaleños”—164 años atrás en esta fecha: el 15 de abril de 1856.

El autor es politólogo e historiador y dirige de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá.



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