Una persona aparentemente muy lista quiso acusarnos de racismo porque le llamamos “negra” a la lista negra de Petaquilla. En esta lista aparecen los nombres de algunas personas a quienes no se les permite la entrada al proyecto. La empresa minera no la difundió sino que fue fruto de la solidaridad de los trabajadores de la minera con el Comité pro Cierre de Petaquilla.
Esa misma denominación la empleó el profesor Marco Gandásegui cuando escribió un titulado, “La lista negra de Petaquilla”, y nunca he sabido que a Marco se le tilde de racista. Al parecer, el profesor Raúl Leis leyó lo que escribió la persona aparentemente muy lista, y escribió un artículo sobre “La lista de Petaquilla” en El Panamá-América, eliminándole lo de “negra”.
Cuando leí el título del artículo de Raúl, me vino a la mente una pregunta: ¿cuál lista? Después de todo, la minera Petaquilla tiene toda clase de listas: está la lista de los miembros de la junta directiva; la lista de sus principales accionistas; la lista de los beneficiados con acciones al portador; la lista de los funcionarios-empresarios que patrocinan porque se benefician de la empresa; la lista de los representantes de corregimiento, diputados y alcaldes que merodean por la minera como roedores alrededor de un queso gigantesco; la lista de los obispos que les sirven para controlar a las comunidades; la lista de sus proveedores de servicio; la lista de periodistas con estrella pero sin vergüenza; la lista de sus trabajadores de confianza, que cada vez son menos; la lista de alguna gente de la Autoridad Nacional del Ambiente, que no gozan de su simpatía; la lista de las mujeres trabajadoras que se dejan manosear y algo más; la lista de sus acreedores, y una larga lista, porque los mineros son muy listos.
El artículo de Raúl no se refiere a ninguna de las categorías anteriores sino a quienes les está vedado el paso más allá de sus garitas principales. A estas últimas habría que añadírseles la de individuos non gratos, que no son bienvenidos, que son periodistas acuciosos y honestos, que van a entrevistar a los trabajadores para verificar sus condiciones de trabajo, que van a supervisar la operación íntima de minera Petaquilla, que son ambientalistas serios, que son moradores opuestos a la mina, o bien la lista de las mujeres que no volverán a contratar porque no se dejaron manosear, abusar o violar.
A estas personas se les dice “¡No!” y por eso están en la lista negra.
Y esto me recuerda la vez que el empleado de una importante televisora me dijo, como si me fuera a morir por revelármelo: “Usted está en nuestra lista negra”. Yo le respondí: “¿Y por qué “negra”, si yo soy de “raza amarilla” mezclada con caucásica? ¿Por qué no lista “chocolate”, “broncínea”, o de cualquier otro color que no sea negro?” Respondió: “Porque todos sabemos lo que significa una lista negra. En el caso suyo, significa que no lo podemos entrevistar y, si lo hacemos, no sale al aire”.
Y tiene razón: todos sabemos lo que es una lista negra. Una vez, cuando cursaba el tercer grado, un amiguito me pidió que le soplara el examen. Cuando me negué, me dijo: “Estás en mi lista negra” y yo entendí que me iba a esperar a la salida de la escuela. El niño no era blanco sino negro. Y en esos días había un pasillo ecuatoriano que se iniciaba así: “Tienes tus ojos negros como mi suerte, mira me des con ellos, me des la muerte”. Claro, en Ecuador es mucho más probable que las mujeres tengan ojos negros y no verdes, azules, o grises, sin que el verso tenga nada de racista.
No podemos estar permanentemente buscándole la quinta pata al gato con el tema del negro o la negritud. La “Peste Negra” fue bautizada así por el color de la piel de los enfermos, que eran de Asia Central o de Europa, y todos blancos. No eran negros los judíos que estaban en la lista negra de Schindler (lista negra de la Gestapo), como de igual modo nada tienen de negro los iraníes, los norcoreanos, los libios, los iraquíes, los paraísos fiscales como Panamá, que están en listas negras de Estados Unidos y la Unión Europea. En Cuba, que está en muchas listas negras, sí hay negros, pero esa es otra cuestión.
Los negros nubarrones que se ciernen sobre Panamá no trashuman racismo: son negros porque no pueden ser rojos ni verdes, a menos que sean del Proyecto Haarp, arma ecológica secreta de Estados Unidos. Y de los nubarrones blancos nadie habla, pero todos escuchamos decir, después de la lotería, “¡negra suerte la mía!”. Se trata de un problema cultural, no siempre de racismo.
Además, imposible que sea racista, ya que, siendo hijo de un ciudadano proveniente del Celeste Imperio, nieto de otro y miembro de la clase trabajadora, no puedo tener otro destino que el ser discriminado en este país tan igualitario, libre y democrático, Mal podría yo patinar sobre este tema, así que, ¡a otro perro con ese hueso!