Esta interesante expresión fue parte del discurso en el evento de ascensión al solio presidencial. Suponía que sabiendo cómo se llegó, también era importante saber cómo se iba a salir, puesto que la experiencia anterior nada gratificante, fue de un traumatismo para el pueblo panameño. La calificación de la gestión terminó deficiente al punto que el anterior gobierno fue señalado como el más pésimo de todo el periodo republicano.
La sociedad panameña no percibe aún -y de pronto es muy prematuro hacer una evaluación del actual gobierno- una dirección coherente. No obstante, pareciera ir dándose pasos no muy claros, que comienzan a crear un ambiente y una impresión nada favorable, lo cual puede conducir a una salida nada edificante y a la decepción de una parte ínfima del pueblo que respaldó la oferta electoral del gobierno de turno.
Si algo debe acompañar al gobernante es la sensatez y la capacidad de advertir cuando las acciones que desarrolla van en contravía con la aspiración de los gobernados. Las soberbias posiciones en nada ayudan y muy por el contrario van construyendo en la mente del elector la imagen del mayoral que actúa por un lado, y la necesidad del gobernado de romper con el estado de cosas, por el otro lado.
En medio de manifestaciones frente al desempleo y la angustia de quienes lo padecen, no puede ser correcto destinar una serie de posiciones a una particular persona, lo cual pone en el debate el asunto de las botellas, puesto que sin el don de la ubicuidad, nadie puede cumplir a cabalidad y eficientemente en varios cargos. Pero peor aún es que estas actitudes, que reciben el rotundo rechazo de la sociedad, son defendidas por el primer magistrado de la nación, como si se tratara de una extraordinaria acción, que enrostrada en la cara de la gente, viene a confirmar que se gobierna para unos y no para todos, que se gobierna para un exclusivo sector social y no para el necesitado.
Cómo entender que con razonamientos pocos convincentes se justifique una persona con un salario de miles de balboas y agregado a eso, se le añaden otros cargos que suman también cuotas importantes de dinero, con el argumento de la capacidad-que igual tienen muchos panameños-y con el planteamiento de que esa situación se daba también en otros, como si con ese pueril señalamiento resolvieran el error. El agravante surge con la posición del gobernante que dice mantenerse en lo actuado. En esto no hay sabiduría. Se es grande cuando se tiene la capacidad de reconocer que no se actuó correctamente. Esto le da prestancia y confianza al pueblo sobre el mandatario y, por supuesto, ayuda a diluir cualquier mala percepción que pueda tener la población.
El asunto está cuando los que gobiernan tienen la percepción de que los gobernados son unos mentecatos y que las imposiciones le dan el aval para actuar por la libre, sin pensar que la historia ha dado múltiples ejemplos del desborde cuando no se responde a la voluntad popular. En verdad se sabe cómo se entra, pero a ver cómo se sale.
El autor es docente universitario