La lógica del mal: Miguel A. Espino Perigault



Quienes defienden y promueven el aborto provocado como un derecho muestran –por ignorancia o maldad– una indiferencia criminal hacia la vida humana y un desprecio absoluto hacia la mujer, quien es, siempre, víctima cuando aborta. Domina un mensaje de pervertida lógica difusa, inherente a ese supuesto derecho y a todos los proclamados desde la ideología de género. Relacionada con esa lógica del mal, se conoció por la internet un dramático caso que involucra a una madre soltera, a un niño estrangulado y a una jueza que encaja bien en “la cultura de la muerte”, que propicia la ideología de género.

Sucede que en Edmonton, Alberta, Canadá, una jueza, feminista por sus pensamientos, palabras, obras y omisiones, aplicó su lógica y dejó en libertad a una joven mujer, juzgada por haber estrangulado a su hijo recién nacido.

El servicio informativo LifeSitenews.com (12/09/11), revela la historia con todo el agrio sabor de su lógica perversa. Tras un largo proceso de acusaciones y apelaciones, la jueza, Joanne Veit, dejó en libertad condicional a la joven filicida, Katrina Effert, porque –sentenció– que como Canadá no tiene leyes contra el aborto, no hay por qué castigar a la madre que mate al hijo después de nacido. La lógica es indiscutible. Si puede matarse al niño antes de nacer, ¿por qué no poder hacerlo después de nacido?

La joven Katrina, de 19 años, mató a su hijo recién nacido después de haber dado a luz en el sótano de la casa de sus padres. Después del parto, lo estranguló y arrojó el cuerpecito, por la cerca, a la intemperie.

En el juicio, de varios años, los abogados defensores alegaron perturbaciones mentales y demás, que no pudieron comprobar. El cargo de asesinato en segundo grado se había cambiado al menos grave, en ese país, de “infanticidio”. La jueza Veit argumentó que: “Mientras muchos canadienses indudablemente ven el aborto como algo menos que una solución ideal para el sexo desprotegido y los embarazos no deseados; aquellos ciudadanos generalmente entienden, aceptan y simpatizan con las molestosas situaciones propias del embarazo y del parto que padece la madre, sobre todo, la desprotegida”. La jueza añadió que “naturalmente, los canadienses están afligidos por la muerte de una criatura, especialmente de manos de su propia madre; pero, también, se afligen por la madre”. O sea, algo así como un empate técnico. Jim Hugnes, presidente de la Coalición Campaña por la Vida (CCV), comentó: “Vivimos en un país en donde no hay protección para infantes en el vientre materno hasta su nacimiento, y la jueza ha extendido la protección de la ley hacia el perpetrador antes que a la víctima”. Y se preguntó “¿adónde llegaremos con esto?

Mary Ellen Douglas, organizadora nacional de la CCV, declaró que es hora de que el Parlamento reconozca, con leyes, que “la vida empieza desde la concepción y debe ser protegida a lo largo del tiempo hasta la muerte natural”.

A estas aberraciones es hacia donde nos conducen las feministas y otros seguidores de la ideología de género, con sus obsesivas aversiones hacia los principios y valores cristianos que sustentan la “cultura de la vida”. Casos como este seguirán sucediendo, mientras no se penalice el aborto como el crimen que es. Ya sucede con otras aberraciones sexuales. En Estados Unidos, psiquiatras y psicólogos de género defienden y exigen, como derecho humano, el reconocimiento legal de la pedofilia como una legítima práctica, basada en la “orientación sexual”, y la “identidad de género” reclamadas por los sodomitas homosexuales. En aquellas se incluyen, por lógica, todas las prácticas sexuales posibles con niños y adultos, con igual o diferente sexo, el incesto y el sexo con animales. Ponerle límites a la “orientación sexual” sería una “discriminación”, según la agenda homosexual y, por consiguiente, quienes se opongan serán acusados, perseguidos y castigados por homofobia, un nuevo crimen inventado, que organismos de la ONU han convertido en una obsesiva preocupación y uno de los más abominables “crímenes” posibles. Así funciona la lógica del mal.

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