En sentido figurado, un alabardero, es aquel que aplaude en los teatros cualquier obra, por más mala que sea, porque le permitieron asistir gratuitamente, porque le pagan o porque le dan algo como una recompensa. Son como las plañideras, conocidas también con el nombre de 'lloronas', 'chillonas' o 'mariquitas', a quienes se les pagaba por ir a llorar al rito funerario o al entierro de los difuntos.
Y se han especializado de tal forma, que no solo aplauden o lloran, sino que además fingen una amistad y relación personal, que solo es posible entre hermanos. Salen en prensa, radio y televisión, afirmando una “amistad sin límites, sin precio ni duda”, pero al acercarse el fin del periodo, sorpresivamente la la “amistad” decrece, hasta convertirse en odio solo comparable con el que se tienen las tribus en África donde el exterminio es la cura.
De esos, existen miles en nuestro país, y especialmente en los medios de comunicación social, en cuyo caso, se definen como “palangristas”. Según el Diccionario de la RAE se identifica como palangristas, a los periodistas o medios de comunicación social, en los que el periodista o el dueño del medio, recibe un pago por la venta de información, elaboración de un mensaje, realización de un reportaje o escamoteo de una noticia, ocultándola o deformándola. Los tenemos de todos los colores. Hay personas que tienen décadas haciendo de esta práctica su modus vivendi.
No ha habido un solo presidente que no haya tenido los suyos dentro del zoológico de nuestro espectro político Es de tal magnitud la mediocridad de quienes han llegado al poder en las últimas décadas, que da pena ajena verlos inflarse ante los elogios de estos seres, con lo cual demuestran el gravísimo error incurrido por el votante al elegirlos.
Guiados por su interés personal, y /o apoyados por sus amos, dueños de los medios de comunicación social, los alabarderos presidenciales, se comunican a diario, para felicitarlos, hacer comentarios, dar opinión, solicitarles favores, sugerirles brillantes ideas, o pedirles citas y entrevistas con terceros que le plantearan asuntos de “interés general”, pero altamente beneficiosos para ellos o sus asociados.
Mientras consiguen jugosos contratos de publicidad, nombramientos de parientes con jugosos salarios, asumen la campaña de querer convencer a la ciudadanía que el electo, aun cuando lo sea de manera precaria y escuálida, es un fiel cumplidor de sus promesas de campaña, y es intimo amigo, con el cual pueden ejercer toda clase de influencias.
Y aquí viene la corrupción. Usan sus medios para mentir, distorsionar, ocultar o hacer propaganda a corruptos o ineptos a cambio de unos dólares. Lo que, si es cierto, es que tenemos, un sistema estatal de radio y televisión que nos cuesta millones de balboas y una Gaceta Oficial, donde el Estado puede manifestar lo que necesita y quiere dar a conocer a la población.
Por eso, los medios de comunicación, que se calificaban como el cuarto poder, hoy no llegan ni al décimo. Perdieron credibilidad a tales extremos, que, al no reflejar la opinión pública, sino que pretenden hoy, gracias al dinero o los intereses personales, crearla sobre temas que le son convenientes, las redes sociales los han desplazado abiertamente.
El periodismo tarifado, los trabajos por encargo, las comisiones o pagos puntuales por tratamientos especiales, hacia las fuentes, fueron configurando el repudiado palangre que desinforma, tergiversa, oculta y distorsiona una realidad que ya es evidente. El sistema esta podrido y debe ser extirpado por completo para dar paso a otro, que sea generado por la voluntad popular.
Hay que tomar en cuenta que en Panamá, no es el votante quien elige. Es el sistema electoral perverso y distorsionador, creado por una casta política corrupta apoyada por palangristas y alabarderos, la que determina que una minoría que muchas veces no pasa del 35%, llegue a conducir los destinos de un 100% de la población. ¿Es eso acaso democrático?
De esta manera vemos periódicos, estaciones de televisión, y radiodifusoras, que se abstienen de publicar artículos y comentarios que, lógicos y verdaderos, porque afectan la imagen del “amigo íntimo” en el gobierno no son publicados, o los autores “vetados”.
Porque mientras la casta política siga siendo tan mediocre y corrupta, siempre existirán alabarderos por todos lados….
