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Manuel Orestes Nieto o el ardor en la memoria

Manuel Orestes Nieto o el ardor en la memoria
Manuel Orestes Nieto.

El pasado 16 de marzo, la ministra de Cultura de Panamá, Giselle A. González Villarrué, dio a conocer al ganador de la Condecoración Rogelio Sinán versión 2022. Según consta en el Departamento de Letras del Ministerio de Cultura, la primera condecoración fue otorgada en el 2002 a la doctora Elsie Alvarado de Ricord (q.e.p.d.). En el 2004, el galardonado fue Guillermo Sánchez Borbón “Tristán Solarte” (q.e.p.d.). En el 2006, la mereció el poeta Carlos Francisco Changmarín (q.e.p.d). Pedro Rivera la recibió en el año 2008; Demetrio Fábrega en el 2010; en el 2012, Álvaro Menéndez Franco, y en el 2014, César Young Núñez (q.e.p.d). El poeta José Franco, en el año 2016; en el 2018 la recibió Justo Arroyo; Moravia Ochoa López en el 2020 y, este año 2022, la recibe Manuel Orestes Nieto (Panamá, 1951).

El mismo Rogelio Sinán escribió una vez de Orestes: “Manuel Orestes Nieto es, sin duda, la novedad literaria más importante de nuestra poesía”. Estas palabras están en la solapa del libro Rendición de cuentas (1991), una modesta edición que el poeta hizo con motivo de los 20 años de ejercicio poético. Sinán no estaba equivocado; la obra poética de Manuel Orestes Nieto es una de las más importantes en el parnaso literario panameño. Es uno de los poetas más relevantes de su generación.

Dueño de un discurso que se sitúa entre lo lírico y lo épico, el poeta ha edificado una obra de más de 50 años que es una de las construcciones poéticas más sólidas y profundas del corpus de la poesía panameña. En 2008, el poeta volvió a reunir en un lujoso volumen titulado El cristal entre la luz: obra poética 1968-2008. El título corresponde a uno de los cuadernos rescatados. Con un inteligente prólogo del poeta Pablo Menacho y una hermosa pintura del artista santeño Adonai Rivera que adorna la portada, Orestes nos entregó, por sus 40 años de trayectoria, los universos por donde navegó a partir de la poesía, con un lenguaje que va desde lo lírico, lo coloquial, lo lúdico, lo contestatario y lo identitario.

La obra de 511 páginas inicia con su último libro, Ardor en la memoria (2008), lo que significa que si el lector lee la obra a partir del final, irá viajando por lo primeros poemas que escribió el poeta desde Poemas al hombre de la calle (1968-1970), pasando por Reconstrucción de los hechos (1973), Dar la cara (1975), Diminuto país de gigantes crímenes (1976), Los muertos dolerán de otra manera (1979), He vuelto a la madera (1980-1982), Panamá en la memoria de los mares (1984), No me permito llorar (1984), Entre la palabra y la palabra (1985), Poeta de utilidad pública (1985), Piedra de cielo (1987), Ala grabada en blanco (1987), Noticias de pájaros (1987), El cristal entre la luz (1988), Sangre vidriada (1991), El mar de los sargazos (1997), Este lugar oscuro del planeta (1988), El país iluminado (2001), Nadie llegará mañana (2002), Carta de otoño (2005), hasta llegar a Ardor en la memoria (2008).

El discurso poético de Orestes encierra una serie de constantes que se pueden ir descubriendo con la lectura cuidadosa de su obra. Algunos temas y elementos recurrentes permiten percibir una preocupación decidida: el tema de la identidad, la patria, la libertad, la infancia, la historia y la memoria; los elementos como el agua, la ciudad y el amor filial están presentes en muchos de los cuadernos.

El cristal entre la luz incluye textos inéditos como Sangre vidriada (1991), cuyos cantos abordan el tema de los hechos de la invasión; Carta de otoño (2005), una larga carta, un monólogo distante y lleno de presagios; Este oscuro lugar del planeta (1998), donde el agua y la ciudad aparecen otra vez como metáforas de la patria que se mezclan con personajes históricos, y unos breves poemas en Los muertos dolerán de otra manera (1979), que tocan el tema del fin de la tiranía de Somoza en los 70.

Pero es con Ardor en la memoria donde el poeta logra hacerle justicia a su propia creación, a toda la obra que es imposible comentar en este espacio. En este pequeño poemario, que se terminó de escribir en febrero de 2008, podemos detectar los elementos que hemos señalado: la ciudad como espacio y posibilidad de los personajes; el agua como metáfora de la patria, y la familia como posibilidad de rescatar la memoria y el amor.

El agua es un elemento que está presente en casi toda la obra de Manuel Orestes Nieto. El agua es femenina. El agua es la patria. Panamá es un país de lluvias, de octubres largos que parecen interminables. El país se humedece y en el país está la casa. La casa es la patria. En la casa de la infancia habitan los recuerdos. La casa es el lugar sagrado que el poeta recuerda junto a la imagen de la abuela. La abuela es la patria.

La poesía tiene muchas formas de tocarnos y de llegarnos; una de esas es cuando sentimos que la palabra es como un río sin afluentes que nos llega al corazón y nos sensibiliza. La obra de Manuel Orestes Nieto es una ofrenda de la cultura panameña. El nombre de Rogelio Sinán se honra nuevamente con un cristal de agua.

El autor es escritor


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