Martes de Carnaval



Muchos de ustedes también lo escribirán como yo, en mayúsculas, en las crónicas del recuerdo. Porque antes no era cualquier martes ⸺no sé ahora⸺, pero el Martes de Carnaval era el último gran día de la fiesta: día de gala para reinas, comparsas y público en general, que daba el último empujón de entusiasmo y gozadera.

Pasamos muchos de esos Martes en la Avenida Central, Parquecito de La Cuchilla, mirando pasar los carros alegóricos y las comparsas. El árbol inmenso, de almendro creo, se enseñoreaba frondoso del parquecito y de sus ramas colgaban los más bravos del barrio para ver mejor el desfile, pero mi hermano y yo, cerquita de mamá, terrestres, porque a ella las alturas no le gustaban.

De esos Martes gloriosos del recuerdo, más de uno fue usado para aprobar, a espaldas del jolgorio y la farsa, leyes abusivas e introducir yucas por orificios ficticios pero muy bien sabidos por la ciudadanía que, al enterrar la sardina, sentía el tubérculo más dentro. Porque así fueron las cosas y así seguirán siendo, y seguimos sin aprender, y a esta mala costumbre queremos llamarle “ser panameños”. Nos tienen bien educados, bien amaestrados.

Nunca olvidaré el Martes de Carnaval, en el que mi amor adolescente se unió, al ritmo de Caña Brava y Los Parranderos, a la gracia y la belleza de Julieta Barría, reina del Carnaval Diamante del año 1986, cuando la Central dejó de ser el centro de la Ciudad de Panamá y nos hicimos un poco menos del barrio. A mí me daba igual: Julieta era el Carnaval, era el comienzo de algo que ahora sé qué es exactamente.

Así son los Martes de Carnaval. Ningún tiempo pasado fue mejor, pero el confeti y las serpentina de esos días y la presencia de los que no están, convierten todo aquello en sensiblemente mejor que lo que tenemos ahora. Pero no nos pongamos ni serios ni tristes: disfruten, pero ojo con la yuca.

El autor es escritor

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