Con preocupación leo nuevamente que un grupo de legisladores ha insistido en abanicar el proyecto que declararía a septiembre el "mes de la Biblia".
Sus intenciones y objetivos, aunque estuvieran bien intencionados, están equivocados, ya que Panamá es un país cuya Carta Magna consigna la libertad de cultos.
Las creencias y prácticas de los ciudadanos panameños son derechos de cada uno y el Estado debe permanecer neutral en relación a estas preferencias.
Una de las particularidades de nuestra cultura e historia panameña, desde el inicio de la República, ha sido la ausencia de conflictos armados motivados por creencias religiosas. Panamá ha dado espacio a las creencias de diversas culturas y etnias, acogiendo en su seno inmigrantes de todas las ideologías; esta costumbre y práctica han permitido en nuestro país la convivencia pacífica entre creyentes de diversas religiones.
El mundo vive hoy convulsionado por los conflictos religiosos; la utilización de Dios para legitimar acciones bélicas es un recurso muy cómodo que líderes y políticos utilizan con cinismo y que no es exclusivo de nuestros tiempos.
Hoy deberíamos vivir ya en una sociedad mundial que hubiese superado los fanatismos religiosos del pasado por los que se cometieron y se siguen cometiendo innumerables crímenes.
Lamentablemente no es así y actos como el de promover que un Estado reconozca como oficial durante un mes un documento religioso, sirven para alinear a ciudadanos de otras creencias.
En un Panamá donde los ciudadanos acuden a templos, sinagogas, iglesias, mezquitas y casas de oración, el mes de la Biblia no es solo una mala idea, sino también una idea peligrosa. Por lo que solicito encarecidamente a los legisladores que analicen a conciencia las amenazas que provocaría esta ley y la rechacen por inconveniente.
