Yo estoy viviendo mi año 84. Según las estadísticas de tiempo de vida, ya estoy en un privilegiado sobregiro. Ya debería estar en la fila del check out. ¿Qué hago, entonces, pensando siquiera en el Panamá del 2100, o sea, dentro de 79 años? Es que Maruja y yo tenemos dos privilegios: el de estar vivos, con salud y felizmente casados, pero además, tener ya 8 bisnietos (con 3 más por nacer este año). ¿Cuántos muchachos en este mundo tienen el privilegio de conocer a sus bisabuelos? Eso, definitivamente, es para nosotros una gracia divina que agradecemos todos los días.
Pero más allá de agradecerlo, no dejo de pensar en qué hacer desde hoy para que mis bisnietos vivan agradecidos en un aún mejor Panamá.
Para darle orden a mis ideas, comienzo por preguntarme, ¿cuál es el mayor problema de nuestra República hoy, con las mayores consecuencias hacia el futuro, hacia el año 2100? Mi respuesta a mí mismo es: la inaceptable desigualdad que provoca una polarización económica y social, igualmente inaceptable. Es un problema universal que el mejor de los defectuosos sistemas políticos y económicos que conoce la humanidad - la democracia - no ha podido sino mitigar, pero no resolver. De este problema nacen todos los demás obstáculos sociales y políticos de la humanidad.
Lo primero es aceptar que existe este gravísimo problema que no se ha podido resolver ni en los países más ricos del mundo.
Lo segundo es aceptar que nuestro Panamá –pequeño, con problemas igualmente pequeños- es un país rico, pero lleno de pobres, producto del problema planteado.
Lo tercero es que el problema no se resuelve con subsidios, bonos, vales, etcétera; se mitiga algo, pero a un gran costo en dignidad para quienes los reciben.
También lo cierto es que gobiernos ricos en países pobres tienen políticos que han inventado la gran corrupción e impunidad , lo que constituye un criminal impuesto a los pobres.
Ésto me lleva a pensar más allá del cuadro normal. Tenemos que desarrollar industrias de gran tamaño, cuya compensación al país no sea a través del gobierno (ya que los políticos se la saben robar), sino que vaya, en un gran “by-pass” directamente a los ciudadanos, y que la misma no sea un subsidio de ingresos, sino una acumulación de capital –a su vez productivo– en otras inversiones de capital que este gran by-pass sirva para que cada panameño, por el solo hecho de haber nacido en esta bendita tierra, obtenga un capital propio de $50,000, que al cumplir 18 años podrá invertirlo sólo en más capital –ejemplo: negocio propio, vivienda propia o educación de sus hijos –. Como la acumulación llegará a $50,000 por panameño, en una familia promedio de padre, madre y dos hijos, el capital familiar será de $200,000... y contando.
Pareciera una locura, pero es perfectamente factible. La primera mina de nuestro país – el Canal de Panamá – produce $1,800 millones de utilidades cada año; las demás minas posibles –bien estructuradas, previo a un consenso nacional– podrían producirle a los panameños $200 mil millones directamente.
De ponernos de acuerdo en un consenso nacional convocado por el PNUD, en el año 2100 mis bisnietos podrían vivir en un país privilegiado por muchas cosas, pero principalmente porque habrá logrado un sistema sencillo en el que no existirán pobres. Si cada panameño tiene un capital de $50,000 en el banco, no habrá pobre alguno en el país.
Es una idea que requiere mucho detalle de muchos ciudadanos más inteligentes y preparados que yo, pero el problema fundamental de nuestro país es nuestra inaceptable desigualdad y pobreza... y merece el estudio y pensamiento permanente de todos.
Por lo pronto, estaré consultando con muchos expertos, averiguando si hay parecidos en otros países…y volviendo en mis escritos sobre el tema. Amigos lectores, ¡ayúdenme a construir este proyecto! Se lo merecen nuestros hijos, nietos y bisnietos
Además, pensar en el futuro, ¡ayuda a mantener vivas las neuronas hoy!
El autor es fundador del diario La Prensa


