La Nochebuena de 1939 fue todo menos una “noche de paz”. Europa se encontraba en guerra desde el 1 de septiembre, cuando Hitler invadió Polonia y, en respuesta, el Reino Unido y Francia le declararon la guerra al Tercer Reich.
El Viejo Continente estaba convulsionado hacía años, tras la instauración de un totalitarismo agresivo y expansionista en la Unión Soviética y Alemania; la guerra civil española (1936-1939); la invasión italiana de Etiopía (1935-1937) y Albania (1939); y las incursiones germanas en Austria y Checoslovaquia (1938). Los años 30 constituyeron, ciertamente, uno de los decenios más complicados de la historia reciente.
En el Lejano Oriente, la situación internacional comenzó a agudizarse desde inicios de la década. En 1931, Japón invadió Manchuria y creó allí un Estado títere. En 1937, el imperio del sol naciente inició una cruenta acción bélica en territorio chino, dejando a su paso destrucción, muerte y desolación sin precedentes.
Aliado desde agosto de 1939 al Tercer Reich, Stalin invadió Finlandia el 30 de noviembre. Por esa agresión, la Liga de las Naciones expulsó a la Unión Soviética. La firmeza con la que los finlandeses enfrentaron a los soviéticos generaba solidaridad en todo el mundo aquel entreverado y sombrío 25 de diciembre.
Esa Nochebuena, el papa Pío XII presentó un plan de cinco puntos para la paz, que incluía el respeto a la soberanía de todos los Estados, el cese de la carrera armamentista, la reorganización de los organismos internacionales (particularmente, la Liga de las Naciones), el respeto a las minorías étnicas y el cumplimiento de los “principios cristianos” (La Estrella de Panamá, 25 de diciembre de 1939). Sobra decir que poca atención prestaron los estadistas del mundo a las exhortaciones del Santo Padre. La guerra continuaría hasta la derrota del Tercer Reich, en abril de 1945, y los estallidos atómicos en Japón, en agosto del mismo año.
Los acontecimientos internacionales, lo mismo que incidencias de la política interna, capturaban el interés de los panameños. Recientemente (25 de julio) el senado estadounidense había aprobado el Tratado General de Amistad y Cooperación, suscrito en 1936, obra cumbre del gobierno del presidente Harmodio Arias (1921-1936).
Las concesiones hechas a Panamá en ese tratado y sus convenios anexos finalmente entraron en vigor. Panamá avanzaba en el afianzamiento de su soberanía.
El 11 de agosto, el Congreso estadounidense dio su consentimiento a un plan para la construcción de un nuevo carril en el canal de Panamá, lo cual produjo grandes expectativas en el istmo, que apenas se recuperaba de los devastadores efectos de la gran depresión que inició en 1929. Las obras de ampliación comenzaron el 1 de julio de 1940.
El proyecto continuó implementándose por cerca de dos años, hasta que fue suspendido en mayo de 1942. Como en 2007-2016, su ejecución contribuyó al auge económico en el país.
El 16 de diciembre de 1939, falleció en Penonomé el presidente de la República, Juan Demóstenes Arosemena. Mientras llegaba el primer designado, Augusto Samuel Boyd, asumió el poder el segundo designado, Ezequiel Fernández Jaén.
El Dr. Boyd, embajador de Panamá en Estados Unidos, arribó al país el 18 de diciembre en un avión que las fuerzas armadas estadounidenses pusieron a su disposición. Estos y otros datos de mucho inte rés están contenidos en la compilación de discursos presidenciales (Voces de la historia) recientemente publicada por el ingeniero Juan Antonio Cardona Conte.
El 21 de diciembre desembarcó en Cristóbal Arnulfo Arias, quien, al término de su misión diplomática en Europa—que consistió en representar a la República ante los gobiernos del Reino Unido, Francia, Dinamarca, Suecia y Noruega—regresó al país a ponerse al frente de su candidatura presidencial. Esa tarde, en la Plaza 5 de mayo, enunció la Doctrina Panameñista, basada en un “panameñismo sano, sereno”, definido más adelante como “una suprema aspiración de mejoramiento colectivo, basado en nuestras propias fuerzas”.
La Doctrina Panameñista, proclamada ochenta años atrás este mes, constituyó la directriz principal del movimiento político fundado por Arnulfo Arias hasta su abandono en años recientes, en aras de un vil mercantilismo y un repugnante clientelismo. En el descarte de esa doctrina tenemos una explicación parcial del descalabro electoral sufrido por el Partido Panameñista ocho décadas más tarde (mayo de 2019).
El autor es politólogo e historiador y dirige la Maestría en Relaciones Internacionales en Florida State University, Panamá.