El domingo pasado estalló una ola de manifestaciones y protestas en Cuba a favor de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Sin lugar a duda, éstas han sido las mayores protestas que esta nación aislada de libertad ha registrado en 60 años. Desde La Habana hasta Holguín, parece ser que los cubanos han perdido el miedo. Aunque les cueste la vida, miles de personas se han lanzado a las calles a gritar “¡abajo la dictadura!”, ‘¡patria y vida!” y ‘¡libertad!’
La respuesta del gobierno, por supuesto, ha sido brutal. Sangre por las calles. Hogares saqueados y destrozados. Personas detenidas y desaparecidas. Madres llorando por sus hijos… un sonido que rompe el corazón tan solo escuchar. Resulta que el gobierno no tiene dinero para comida, vacunas ni medicamentos, pero sí para gastar en armas y gas. Resulta que el gobierno no tiene tiempo para hacer frente a la crisis humanitaria, pero sí para salir a matar.
Si algo nos queda claro con estas protestas es que, por su libertad, los cubanos están listos para luchar hasta la muerte. Dado esto, me resulta extraño que los ojos del mundo no estén puestos en Cuba. Es extraño que ni en las redes ni los medios de comunicación se esté desbordando la indignación. Más alarmante que la situación en Cuba es el hecho de que a muy pocos les preocupa.
¿Será que no están consientes de que nuestra libertad está atada a la de los demás? ¿Será que, porque nunca les ha hecho falta, no valoran la libertad?
El mundo no está horrorizado y debería.
¿Cómo es la libertad en Cuba? Inexistente. Según el informe de Freedom House, “La Libertad en el Mundo 2021”, Cuba es clasificado como uno de los países con mayor escasez de libertad, con un puntaje de 13 de 100. Con respecto a Panamá, nuestro país es considerado libre, con un puntaje de 86 de 100. Sin embargo, me atrevo a decir que mi libertad, la tuya y la de las demás personas del mundo están interconectadas y jamás seremos verdaderamente libres si otros no lo son. No soy la única que piensa así, pues Clarence Darrow nos decía que solo podemos proteger nuestras libertades en este mundo mediante la protección de la libertad de otros.
Es imprescindible mencionar que la libertad, cuando se ha disfrutado toda la vida, es un concepto difícil de comprender. Son varios los que están convencidos de que la libertad significa hacer lo que nos dé la gana. Aquellas personas no pueden estar más alejadas de la realidad. Una forma de discernir la libertad del libertinaje es a partir de su límite. A mi parecer, el límite de nuestra libertad tiene dos caras: la del respeto y la de la responsabilidad.
Por respeto, entendamos que nuestra libertad termina donde empieza la libertad de los demás. Es decir, podemos gozar de nuestras libertades, de expresión, por ejemplo, siempre y cuando nuestra libertad respete la de otros. La otra cara fundamental es la responsabilidad y ésta consiste en aprovechar nuestra libertad para emprender acciones en favor de la justicia y derechos humanos.
Visto de este modo, se vale soñar por la libertad de personas que jamás has conocido. Se vale, no solo porque es nuestra responsabilidad, sino porque nos hace más humanos. No me cabe duda de que, al querer, desde lo más profundo de mi alma, que respeten mi libertad, he llegado a comprender que quizás soy libre precisamente para respetar y velar por las libertades de los demás.
Quizás estas manifestaciones en Cuba marcan el principio del fin. Quizás el ver a personas luchar y morir por la libertad, nos haga valorar la nuestra. Quizás comprenderemos que nuestra libertad siempre fue un privilegio. De ser lo contrario, todos la tendrían. Quizás, pronto entendamos que no somos verdaderamente libres si todos no lo son.
Después de décadas, es difícil imaginar que el régimen castrista peligra. Si algo han perfeccionado con el paso del tiempo es la opresión y violencia. No obstante, espero que el pueblo cubano consiga lo que pide. A fin de cuentas, no piden tanto, solo patria, vida y libertad.
La autora es licenciada en Comunicación Política