Pronto se cumplirán 70 años del derrocamiento del doctor Arnulfo Arias Madrid, ocurrido el 10 de mayo de 1951. Esa tarde, el edecán del presidente no estuvo a la altura y un joven de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá (UP) asumió esa responsabilidad histórica; Javier H. Hernández, décadas más tarde conocido como el poeta atómico.
Una vez rendido el presidente, el edecán es trasladado al despacho del comandante Remón, y por no someterse a las presiones para que declarara contra Arias, fue conducido a la Cárcel Modelo, donde estuvo 9 meses.
En esa década de golpes de Estado en América Latina, se opuso a la llegada de la Misión Militar Venezolana. Eso le costó a él y otros mucha persecución política.
El 2 de enero de 1955, al salir del cine con su novia, una patrulla de la Guardia Nacional lo detuvo y fue acusado del homicidio del presidente. Estuvo casi un año encarcelado.
Otra de las detenciones y acusaciones arbitrarias fue en el cruce de vía España y Cincuentenario, cuando fue conducido al cuartel de Panamá Viejo. Como él lo relató, se salvó por intervención del diputado Heraclio Barletta Bustamante, quien al hablar telefónicamente con el coronel Vallarino y preguntar los motivos de la detención del poeta, éste le manifestó que se debía a que formaba parte de una conspiración liderada por Arias para derrocar el gobierno, a lo cual el diputado le señaló “entonces arresta al Fufo”, a lo cual el comandante respondió que eso no se podía hacer, por lo que el diputado refutó que si eso no se podía hacer con el grande, mucho menos con el chico. Por la intervención del diputado no fue detenido.
Debemos tener presente que la generación de estudiantes de 1958 se inspiró en las luchas populares de los poetas Javier H. Hernández y Álvaro Menéndez Franco.
En los primeros años de la década de 1960, si había alguna manifestación de obreros o de estudiantes y, si por los alrededores, el Quijote nauta estaba cerca, era arrestado por orden de los represores Boris Martínez y Omar Torrijos. Algunos de los temores podrían darse por su amistad, durante su estadía en Panamá, con el Che Guevara.
No había transcurrido 48 horas del golpe de 1968, cuando es arrestado y encarcelado por un año. A pocos de estar en libertad, en 1972, tiene una breve conversación con el director del Digedecon, quien le prometió empleo, señalándole que en breves días la Asamblea de los 505 representantes lo iba a elegir presidente de la República. No transcurrió ni un cuarto de hora cuando fue nuevamente detenido y deportado a México.
Al poeta atómico, el Panameñista, el Ministerio de Cultura y la UP no le dispensaron un homenaje en vida. ¿Por qué? ¿Cuál era el celo o temor? ¿Por qué las autoridades de la UP no gestionaron la reimpresión de sus obras después de que el actual rector se comprometiera a hacerlo? Como dijera Jean de la Bruyere, “querer olvidar a alguien significa pensar en él”.
El autor es ciudadano