Hasta Alicia cuando se cayó por el hoyo en el País de las Maravillas se sentiría incómoda en Panamá.
Y es que cada día las cosas están más al revés; aquí las leyes de oferta y demanda son nulas (el servicio al cliente es inexistente), uno paga para que le hagan un favor –al menos así lo tratan– y pareciera que en vez de avanzar como país, fuésemos como el cangrejo.
Para sacármelo de adentro y hacer un llamado de atención en general escribo este artículo, que estoy segura muchos compartirán conmigo pues deben haber pasado por el mismo vía crucis.
* Parece que el teléfono se ha convertido en un arma terrorista. Al menos esa fue mi impresión al ir a Cable and Wireless para solicitar un cambio de línea.
Me mudé, así que la señora a quien le compré la casa –ya mayor– y yo llamamos al 123 para preguntar qué necesitábamos para traspasar la línea. Nos dijeron que con el contrato de compra venta, nuestra presencia y la cédula bastaba.
Armadas con los documentos hicimos fila en C&W de Obarrio, en vista que el de Calle 50 cerró. Cuando finalmente nos atendieron, nos dijeron que con eso no se podía hacer nada (de forma nada amable, por cierto), que necesitábamos o la escritura o el contrato notarizado (un poco absurdo, si estábamos allí las dos presentes).
Nos fuimos. La señora regresó a los dos días con su contrato de compra-venta notarizado, pero resulta que eso tampoco era válido, exigían la escritura.
Ser e iban dos.
Al tercer intento fue la vencida, pero no después de estar tres semanas sin teléfono y de una hora de espera, ya que solo dos personas atendían a la horda de gente que tenía problemas con la línea residencial.
-Cable Onda no es mejor. A finales del mes de octubre (antes de mudarnos) solicitamos el cambio de la transmisión de cable y de módem.
Tres semanas más tarde, y tras al menos cinco llamadas para quejarnos, nos conectaron el cable.
Ha pasado mes y medio y aún estamos sin internet.
Cabe destacar que han ido cuatro veces a nuestra casa a "resolver el problema". Cuatro. Cada vez personal distinto. Y nada. Pese a todas las llamadas y visitas a Cable Onda (y la pérdida de tiempo que eso conlleva), nadie aún nos puede decir de qué va la cosa. Por supuesto, ya cobraron los gastos de traspaso, instalación y hasta el mes por adelantado (cosa que estamos peleando, ya que me rehúso a pagar por algo que no he recibido).
-Siguiendo con la empresa privada, hay almacenes que no han escuchado de oferta y demanda.
Fui a Plaza Carolina el domingo a comprar un coche. Entré a un almacén y el coche costaba 16.95. Pedí tres (también tenía como $50 en mercancía). Pero en el almacén de al lado había coches casi iguales en $14.95. Como ya le había pedido a los señores del primer almacén que me bajaran los coches, regresé allí a decirles que su competidor directo estaba más barato; que solo si me igualaban el precio me los llevaba. Y no solo me trataron mal y tildaron de mentirosa (hasta hicieron que una vendedora fuera a ver si era verdad), sino que fueron groseros y poco importa. De más está decir que dejé todo tirado en ese almacén y me fui donde su competidor. Señores, es hora de aprender que el consumidor decide dónde gasta...
-Ahora sigo con corredores. Si pagamos por utilizarlos y para transitar más rápido, ¿por qué no abren casetas de cobro?
Se quejan en los medios de que no están usando estas calles, pero pagar 65 centavos por un tramo de 3 kilómetros (en el corredor norte) que igual me demora un montón por las largas y eternas filas de una caseta de cobro como que no. Y el Corredor Sur no es mejor. Hasta el día que decidamos no usar ninguno y entonces verán qué hacen.
-Para culminar el desahogo, me refiero a nuestro gobierno que decide celebrar todo en las calles, creando un tranque descomunal. El desfile de Navidad es un vivo ejemplo.
Primero cerraron las calles principales de la ciudad, un día de compras navideñas, paralizando todo. Luego, para la "limpieza", los oficiales de tránsito cerraron tramos de calles, creando un tranque nunca visto. De Coco del Mar al Parque Urraca, a las 8:00 p.m., me tomó ¡una hora y 20 minutos!
No me opongo al desfile, pero sí a que se haga en estas concurridas calles. ¿Por qué no cierran otras vías? ¿Por qué no lo hacen en lugares más accesibles al pueblo, en vez del centro de la ciudad? ¿Por qué no entrenan a los oficiales de tránsito a ser más eficientes?
En fin, las historias siguen pero el espacio se acaba. Nos toca a nosotros, los consumidores, pelear para que nuestro país se enderece.