El coronavirus encontró en Panamá a una población malnutrida. Según el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional 2017-2021, aproximadamente el 9.5% de la población está “subalimentada” (unas 400 mil personas).
El más reciente “monitoreo nutricional” del Ministerio de Salud (MONINUT 2017) halló evidencias de emaciación (bajo peso para la talla o desnutrición aguda) en el 3% de la población atendida hasta los 17 años, agrupada en tres categorías (menores de 5 años, 5-9 años, 10-17 años).
Un retraso en el crecimiento (baja talla para edad o desnutrición crónica) fue evidente entre el 16% de los niños menores de 5 años. En la comarca Ngäbe-Buglé, la desnutrición crónica afecta a más de una cuarta parte de los niños menores de 5 años (26%) y en la comarca Guna Yala, a casi tres quintas partes (59%).
Entre las embarazadas, el 16% reflejó bajo peso y el 30%, anemia. Entre los niños menores de 5 años, más de un tercio (36%) presentó un estado anémico.
El exceso de peso caracterizó al 12% de los niños menores de 5 años; el 19% de los menores entre 5 y 9 años; el 21% de los adolescentes (10-17 años); el 48% de las embarazadas; y el 71% de los adultos (18 años y más).
El perfil nutricional de Panamá, según lo revela MONINUT 2017, manifiesta la “doble carga” de la malnutrición. La desnutrición coincide con el sobrepeso y la obesidad en una misma sociedad.
La falta de acceso a alimentos de buena calidad es la principal causa de la malnutrición (desnutrición y sobrepeso). Los problemas de acceso tienen como raíz los excesivos precios de los alimentos, en un ambiente de bajos ingresos frente al alto costo de la vida.
En este marco, los alimentos a los que puede acceder la población son los que cuestan menos y están más ampliamente disponibles. Artículos, normalmente, de bajo o nulo contenido nutricional—con alta composición calórica a base de harinas refinadas, grasas saturadas, sal y azúcar—cuya ingesta contribuye a configurar el retrato expuesto en el monitoreo del Ministerio de Salud.
Las consecuencias de la mala nutrición no son irrisorias. En la temprana infancia y la niñez, detienen el desarrollo físico y cognitivo necesario para alcanzar una vida sana y productiva. La subnutrición está asociada a la incidencia de enfermedades gastrointestinales y respiratorias. El sobrepeso y la obesidad se vinculan a males crónicos como la hipertensión, la diabetes, el cáncer y las enfermedades coronarias.
Los problemas de acceso que ya caracterizaban la situación alimentaria en Panamá se acentúan día a día debido a las desaconsejadas medidas impuestas por el gobierno para enfrentar la pandemia. El resultado más evidente es una catastrófica pérdida de empleo y, consecuentemente, de ingresos, lo que implica un serio agravamiento de la problemática nutricional.
El consultor René Quevedo estima que 250 y 300 mil nuevos desempleados “se sumarán a los 146 mil ya existentes, para llevar la tasa de desempleo por encima del 20%, la más alta de la historia, trayendo consigo una crisis social sin precedentes” (La Prensa, 10 de julio). Alguien se ha preguntado, ¿cuál será el impacto nutricional de semejante calamidad?
Según una encuesta de UNICEF, presentada el 28 de julio, “77% de los hogares con niños y niñas del país han sufrido pérdidas parciales o totales de sus ingresos en el último mes como consecuencia de la pandemia por coronavirus.” De los hogares encuestados, solo el 43% “recibió algún tipo de ayuda”.
La respuesta del gobierno ha sido inadecuada. Como lo expresó, en un reciente discurso, el Dr. Omar Jaén Suárez: “Con cinco meses de cuarentena forzada, la pérdida de centenares de miles de puestos de trabajo en el sector privado y la parálisis del informal, los funcionarios, en abultada planilla, reciben todos sus emolumentos, mientras que a los desempleados más humildes el gobierno entrega una bolsa de comida de vez en cuando y un bono de sólo 100 dólares.”
Si hay un momento para promover la seguridad alimentaria y la buena nutrición, es este. Urge implementar medidas contundentes que incluyan una distribución efectiva de alimentos de alto valor nutritivo, la producción de comestibles en todos los hogares y la reactivación de la agricultura, especialmente de tipo familiar y sostenible.
El autor es politólogo e historiador y dirige de la Maestría en Asuntos Internacionales en Florida State University, Panamá.