El parque de Vasco Núñez de Balboa



El parque de Vasco Núñez de Balboa en la capital de la República de Panamá es un punto de atracción turística. Allí, desde sus verdes y floridas veredas, los turistas disfrutan al contemplar el diario desfile oceánico de los buques de carga, enmarcado por el Casco Viejo al oeste y las aglomeradas torres de los condominios de Punta Paitilla al este.

Dominando el paisaje, surge el familiar monumento a Balboa, cuyo pie adelantado, da a la estructura de mármol un diseño piramidal de varios metros de altura. Sostiene la espada en su mano derecha mientras entierra el asta de la bandera de España en el globo terrestre sobre el que se apoyan sus pies.

En septiembre pasado se cumplieron 494 años desde que Balboa divisara por primera vez el Mar del Sur (rebautizado "Pacífico" por Magallanes). Por supuesto, él no estaba solo en este viaje, pues de acuerdo con las crónicas, aparte de los soldados, le acompañaban 1,000 nativos, en su mayoría esclavos.

Hoy, en 2007, al contemplar esta estatua nos hacemos algunas preguntas interesantes.

Los monumentos públicos constituyen puntos de referencia para la sociedad. Tradicionalmente simbolizan el recuerdo colectivo como metáfora de valores compartidos sobre los que construimos la identidad nacional. Son parte de nuestra conciencia cívica común, emocional y física.

¿Qué valores tienen en común los panameños y Balboa?

Él nació en España en 1475 no en el seno de una familia de alcurnia pero, como refiere su amigo y biógrafo Oviedo, él provenía de una buena familia "cuyos hijos no empujaron el arado". Salió de España hacia Colombia a buscar fortuna, pero un naufragio le obligó a permanecer en La Española (hoy Haití y República Dominicana). En 1510, después de 10 infructuosos años como agricultor y cargado de deudas, se aventuró en un bote (¿o barril?) en su viejo propósito de llegar a Colombia. Otros intentos le llevaron a Darién donde se casó con la hija de un cacique local. En su segunda visita allí, inició su travesía del Istmo con la ayuda y la experimentada guía de amigables caciques locales, tales como Comagre, quien le alimentó y le dio albergue bajo las muy bien decoradas vigas de su cómoda casa.

Las técnicas de Balboa para lograr sus objetivos incluían trueques, torturas y aplicaba el principio "divide y vencerás" para lograr aliarse con una tribu para ponerla en contra de otra. De camino a la costa, su avara sed de oro le llevaba a lo que aun su amigo Oviedo llamó "sus descomunales y lascivas crueldades". Además, en las matanzas en batalla, incluía el uso de sus terribles perros de guerra que reducían a pedazos a aquellos que no le guiaban a "El Dorado" que buscaba. No se salvaban ni los caciques ni sus seguidores.

Tenía por costumbre secuestrar a los caciques para obligar a la sumisión y cooperación del pueblo que les seguía fielmente, a cambio de sus vidas.

En su firme y desesperada determinación por llegar al mar, buscaba lograr una victoria para restaurar su posición ante el rey. En términos del costo humano que ello significó fue tan grande que apenas lo hemos esbozado anteriormente. Además, la travesía del Istmo se hizo sobre las espaldas de miles de esclavos que invadían la impenetrable selva tropical, transportando el barco y el armamento a través de los sinuosos ríos y pantanos, subiendo las cuestas escarpadas de la cordillera. Es imposible saber cuántos murieron en la empresa.

Balboa ha sido calificado como un conquistador más "benigno" que exitoso. ¿Qué escala se utiliza para valorar estas atrocidades? Su vida terminó en 1519 al ser decapitado por Pedrarias Dávila, víctima de las bajas ambiciones, las intrigas y la crueldad que caracterizó este periodo de la historia de Sur y Centro América y de la cual, Balboa formó parte.

¿Acaso no representa la estatua de Balboa en la capital al héroe conquistador y despótico de aquella época imperialista que por fortuna está muy lejos de hoy? ¿Para qué guardar su memoria? Dada la construcción de la cinta costera es necesario eliminarla, dándonos además una oportunidad de apreciación y reflexión. Ciertamente, es más apropiado levantar un monumento que reconozca justamente la contribución de los nativos del Istmo en aquel evento histórico de hace más de 500 años. Ellos estaban antes de Balboa y sin su colaboración lo más probable es que él nunca hubiese visto el gran océano. Ellos pagaron con su vida y con su sangre por lo que todos hoy somos afortunados beneficiarios.

El autor es arquitecto canadiense jubilado y vive en Panamá

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