APROVECHAMIENTO DE LAS ÁREAS VERDES

Por un parque central

En los últimos días se ha manifestado preocupación porque se destine a usos diferentes al de parque urbano, un área del Parque Natural Metropolitano. Localizado en el centro de la capital, este terreno revertido de 276 hectáreas fue destinado al principio y desde la negociación de los Tratados Torrijos-Carter, a servir como Parque Central de Panamá.

Por diversas razones, esa loable intención fue desvirtuada y se mantuvo dicho terreno boscoso como de uso restringido, de manera que sólo recibe un promedio máximo de 64 personas al día, cuando el Parque Omar y el área peatonal de la cinta costera (mucho más pequeños), acogen a muchísimas personas más.

Con sus restricciones de uso y su pobre infraestructura, aunque ya con una frondosa burocracia, más de tres cuartos de los habitantes del gran Panamá en crecimiento nunca podrán poner el pie en dicho parque, y el último cuarto lo podría hacer una vez en su vida cuanto más, mientras que la mayoría de los 3 millones 600 mil panameños no podremos visitarlo jamás.

Este parque natural no ha servido a la mayoría de los habitantes de la ciudad de Panamá, quienes no tienen otras alternativas para gozar de un amplio espacio al aire libre para su esparcimiento y para su interacción con la naturaleza; esto ha obstaculizado los esfuerzos para integrar y articular mejor todo el espacio urbano principal del país, entre las áreas de la antigua Zona del Canal y el resto de la capital.

La acción de un pequeño número de influyentes ciudadanos, aupados por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, propietaria desde 1990 de una grúa para la observación del dosel del bosque en esa área, ha evitado sistemáticamente y a lo largo de más de 25 años el uso del parque por la mayoría de la población citadina, y no digamos del país entero. En pasadas administraciones, la dirección del Patronato del Parque Metropolitano fue abandonada por la autoridad municipal a un grupo de personas decididas a restringir su uso sólo para los observadores de aves, algunos científicos y 24 mil visitantes al año, cuando más, y evitar de ese modo que se integrase mejor a la ciudad.

Una campaña mediática, sistemática, plagada de falacias ha creado la falsa impresión entre los ciudadanos de las clases media y alta –que no frecuentan el lugar boscoso porque tienen acceso a casas de campo y a menudo a viajes al interior y al exterior del país– de que dicho parque tiene ya el mejor uso posible. Así, durante más de 25 años se ha mantenido, con la bendición de las autoridades nacionales y municipales y de grupos de pensamiento “políticamente correcto” y new age, una especie de costoso colchón espacial entre la ciudad de Panamá y las áreas de la antigua Zona del Canal, que además ha evitado que las poblaciones mayoritarias de la capital, especialmente de niveles socio-económicos subordinados, tengan acceso a esas áreas que revirtieron gracias a la lucha generacional de panameños de todas las capas sociales y de todas las épocas.

Se evitó el uso social más amplio y justo con argumentos falaces como: que el parque es el “pulmón” de la ciudad, cuando los alisios y la brisa entre el mar y la tierra firme cumplen esa función; que su bosque primario es eslabón esencial en el corredor biológico entre el Atlántico y el Pacífico, cuando está prácticamente desconectado del mismo; que sirve como centro para recibir a todos los visitantes y estudiantes interesados en la naturaleza, cuando su ingreso es restringido; y que ese es el único bosque virgen que hay en el corazón de la urbe, lo que sería ¡una primicia universal!

Convendría convertir el Parque Natural Metropolitano en un verdadero Parque Central de la ciudad; con su flora y fauna tropical preservadas en todo lo posible, pero también teniendo como objetivo principal la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos de Panamá, que requieren urgentemente de un lugar de esparcimiento con todas las facilidades para acogerlos con seguridad y comodidad.

Que se inspire (aunque en el trópico húmedo y de acuerdo con nuestro ambiente y lo mejor de nuestra cultura) en los parques centrales de Nueva York (Central Park), San Francisco (Golden Gate Park), Madrid (El Retiro), París (Bois de Boulogne y de Vincennes), México (Chapultepec) o Bogotá (Simón Bolívar).

Que acoja todos los fines de semana a los millares de panameños de la ciudad, sobre todo los de menores recursos, quienes no tienen otra alternativa cercana al alcance de sus facilidades de transporte. Para hacerlo existe la base jurídica en la Ley No. 21, de 2 de julio de 1997, Anexo I, Plan Regional, que trata de Áreas Silvestres Protegidas, que amplía y precisa mejor la Ley 29 de 1985, mediante la que crea el Parque Natural Metropolitano. Esto cumpliría con el objetivo de que tenga una función social real.

Ojalá que se logre que el Patronato del Parque Natural Metropolitano cumpla su responsabilidad de otorgar una función verdaderamente social a dicho parque, que es de todos los panameños y no de un grupito de estudiosos de la naturaleza o de los observadores de aves que tienen a su disposición, en los parques nacionales Camino de Cruces y Soberanía (con más de 26 mil hectáreas), vastas superficies de bosque tropical para su hobby o su investigación.

Mi propuesta es muy sencilla: que el Patronato libere pronto el Parque Natural para que se convierta en el Parque Central de todos los panameños y se le otorgue, atravesando la vía de La Amistad y al norte, un terreno boscoso y equivalente en el Parque Camino de Cruces, que tiene 4 mil 590 hectáreas, para sus actividades más privadas y selectivas; con sus senderos y miradores y, si quieren, que se lleven la grúa de Smithsonian para allá.

Se haría para reconocer, como positivo, el haber conservado hasta hoy el área libre de los apetitos de la urbanización salvaje y se le ofrecería la oportunidad a dicho Patronato de convertirse en ejemplo de respeto de la ley y de cumplimiento de una auténtica función social. En ello su presidente, el alcalde de la ciudad de Panamá, tiene un reto, una responsabilidad y, sobre todo, una gran oportunidad. Veremos entonces si es verdad que en esta materia ¡Ahora le toca al pueblo!


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