Hace 105 años, en vísperas de elecciones (en Estados Unidos siempre es el 4 de noviembre), Theodoro Rooselvelt recibió satisfecho la noticia de la independencia de Panamá de Colombia (sí, es independencia, no separación... a partir de entonces, al menos nominalmente, somos independientes, no separados). Tal noticia significaba la construcción del canal por Panamá.
Durante décadas los panameños solicitamos, pedimos, exigimos y conseguimos nuestro territorio con el Canal construido por ellos. El Canal nunca fue nuestro hasta que Mireya Moscoso lorecibió. Y ahora sí es panameño... y funciona mejor que nunca.
Sin embargo, nuestra corta historia ha sido tan mixtificada, tan distorsionada, sobre todo por la imposición mediática que nos abruma, que perdemos de vista que el país que tenemos es obra de todo un siglo de construcción, que no hemos llegado hasta aquí sin el trauma de la noche dictatorial, sin los dolores de crecimiento de ver cómo los entonces líderes estudiantiles se vendieron a los gorilas, sin la hemorragia de los mártires y con el convencimiento heredado de que teníamos que hacer un nuevo país, construir una nueva república.
Hoy la historia patria la cuentan profesores que confunden el incidente de la tajada de sandía con la siembra de banderas; que creen que el país no tenía escuelas ni luz ni agua hasta que apareció una bota mágica y, big bang, explotó la nacionalidad de la cantimplora con whisky y nació la República; que los presidentes electos nunca se han enfrentado a EU y que esta patria se construye con eslóganes y no con ideas. Es más, te lo dicen “de corazón”, “porque en cada pecho una trinchera”, “por Panamá la vida”, “ni un paso atrás”, “este pueblo ¿qué es lo que es?”, y “díganme lo malo que lo bueno ya lo sé”. Hoy la historia patria no se cuenta, porque quienes tienen que hacerlo la olvidaron, vieron sus ideales aplastados o simplemente crecieron en el Panamá de los eslóganes y no ven opciones para aportar su granito de arena al crecimiento del país. Hoy “la Patria son tantas cosas buenas” (sin especificar cuáles y para quién) y “ya noes el recuerdo... pedazos de la vida, envueltos en jirones de amor o de dolor ni la música sabida, ni los senderos retorcidos, ni las torres” ni nada, solo “tantas”. “Y la sonrisa gratis”.
Hoy, desde este teclado y con el corazón apretado, miro hacia atrás y “a veces siento espanto” cuando veo la generación que viene, sin ideales, sin metas, sin saber siquiera qué estamos celebrando en el mes de noviembre. Sin embargo, a ellos, y a todos los que hasta hoy han/hemos dado cada uno lo que se pudo para hacer de Panamá lo que es, muchas felicidades y que Dios y la Patria nos recompense por lo que hayamos hecho bien o nos lo reclame si lo hemos hecho mal.