Regreso a mi país tras pasar varias semanas en Miami, ciudad que no sólo ha crecido en rascacielos y población hispanohablante, sino que florece culturalmente.
No sé si coincidí con la temporada o si hay en Miami más de una oferta anual de deleites elevados. Pero pude disfrutar en vivo lo que aplaudí muchas veces en la pantalla chica: “Año Nuevo En Viena”, festejado por una sinfónica de primera, un director inspirado, y parejas con trajes de época que se entregaban a los valses de Strauss mientras acá en mi asiento las notas familiares llenaban de dicha mis neuronas; también vi la gran ópera Madama Butterfly y asistí a dos estupendos conciertos.
El arte siempre ha sido una alternativa liberadora para nuestra especie, y más hoy, cuando las sobrepobladas ciudades en las que debemos vivir y prosperar son marañas asfixiantes.
Dejar en pasividad por algunos momentos nuestras respuestas habituales a las exigencias del diario vivir, ceder el control al mundo idealizado de las artes, es -como dijo Aldous Huxley- abrir las puertas a lo trascendental que vibra en las antípodas del cerebro.
El ambiente noble de la temporada cultural de Miami y los momentos de gracia que me otorgó, instan a ser portadora de un mensaje de estímulo para el nuevo Ministerio de Cultura: su labor es importante, las artes facilitan compartir espacios socioculturales, oxigenan el espíritu, apaciguan las aguas de las contiendas y ennoblecen el carácter. Cuando al ciudadano se le brindan esas pausas transformadoras, avanza toda la sociedad.
Voy más allá en mis recomendaciones al Ministro de Cultura, porque no veo óbice para hacer aquí, en Panamá, lo que viví en la ciudad mencionada.
Previo al inicio de Madama Butterfly se ofreció una charla en la que un conocedor narró el recorrido de esta historia interpretándola para la audiencia.
Nos enteramos que el conmovedor romance realmente sucedió entre un comerciante europeo y una joven geisha japonesa, y que dado el terrible final fue cubierto por la prensa donde lo leyó un escritor italiano que, limitándose a cambiar al comerciante europeo por un oficial de la marina americana, hizo de la noticia un cuento. Narración que un dramaturgo matizó para llevarla al teatro. Cuando la obra fue estrenada en París, el gran compositor italiano, Giacomo Puccini visitaba la capital francesa. Y el resto de la historia es la gran ópera Madama Butterfly.
Finalizada la excelsa presentación –cuyo poético libreto cantado en italiano se traducía en pequeñas pantallas, incrementando en mucho el disfrute del bel canto- se invitó al público a compartir opiniones con el director de la ópera.
Los que dedicamos esa noche a la cultura, estuvimos conscientes de que asistimos a un banquete.
Señor Ministro de Cultura: en Panamá sí hay expertos para el coloquio previo a la presentación de una gran ópera o de una puesta en escena dramática, y conversar sobre ella entre asistentes y director, también contribuiría al avance y educación del público panameño. Considere implementar esa opción.
Las artes pueden y deben contribuir a embellecer el alma panameña. Con ese anhelo, celebramos la creación de un Ministerio de la Cultura.
La autora es escritora
