RECLAMO CIUDADANO

La generación posinvasión: Aniela Herrera González

Nací 24 días después de la invasión. Tengo una memoria construida en la infancia, con relatos a medias de mis familiares y maestras en la escuela, poco a poco, enriquecida en la juventud con los cuentos de Changmarín, y gracias a la necedad permanente de conocer las vivencias, testimonios y lo que pensaba otra gente. A muchos de mi generación –a pesar del intento de saber cómo fue, por qué y para qué–, se les hace difícil encontrar respuestas a estas preguntas, sobre todo, cuando a ningún gobierno desde 1990 le ha importado, en lo mínimo, reconocer el 20 de diciembre como día de duelo nacional.

A la generación posinvasión le han acumulado una deuda histórica imperdonable, al negarnos el acceso a ese pedazo de la historia, al punto de eliminar del sistema educativo la asignatura de Relaciones de Panamá con Estados Unidos, dejándonos ciegos del pasado. Como si trataran de lavarle la imagen a Estados Unidos y a sus cómplices en la masacre; o hacer ver que los conflictos de intereses geopolíticos y locales que produjo la invasión nunca existieron.

Los gobiernos nos han alejado de la invasión, la invisibilizan, mienten sobre ella y hasta le sacan provecho al utilizarla de cimiento para armar, durante los últimos 25 años, esa mentira que se han inventado llamada “democracia panameña”. Esa “democracia” es el resultado de la inversión de varios millones de dólares, cada quinquenio, por grupos del poder económico en diferentes partidos políticos. Así, Panamá se ha convertido en una gran sociedad anónima manipulada por un grupo minúsculo que se disputa la presidencia, postulando a sus favoritos en cada partido para asegurar sus negocios y emitir acciones al portador, para luego exigirle a sus ungidos que se los devuelvan en sobrecostos, coimas y en todo tipo de corrupción.

La verdadera democracia estamos por conquistarla y no tiene ninguna relación con los acuerdos para bases militares estadounidenses, venta de acciones de los servicios públicos, privatización de puertos, sobrecostos, durodólares, mansiones en Punta Mala, caso Cemis, “tíos” Charros que compran playas, depredación hidroeléctrica de nuestros ríos, venta de islas, impunidad por el envenenamiento con dietilene glycol, minería, transgénicos, masacres, PAN, nepotismo, nombramientos impuestos, demagogia ni partidocracia presidencialista.

Es la democracia profunda, que nace de lo diverso de la memoria histórica de nuestros pueblos, en la que el pasado no sea invisibilizado y, por el contrario, sea la base para pensar el presente y futuro de la convivencia humana, en paz con la naturaleza.

La esperanza de refundar el país está en nuestras manos. Algunos de la generación posinvasión sentimos que una nueva Constitución, nacida de la participación de todas y todos los panameños honestos, es un paso importante en ese camino. Pero ello tiene que ser la consecuencia de una constituyente originaria, y no de aquella llamada “paralela”, pactada a espaldas de la ciudadanía por los partidos políticos, para proteger sus privilegios, en la reforma constitucional de 2004.


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