Lo ocurrido en Francia contra el semanario satírico Charlie Hebdo fue un acto de barbarie, amparado en una interpretación errada del Corán, a beneficio de los grupos extremistas que tratan de justificar sus crímenes indiscriminados, sin el más mínimo humanismo, porque piensan que sus acciones les garantizan la entrada al paraíso. Muchos ulemas (doctores en religión, eruditos) se desmarcaron hace tiempo del extremismo islámico y consideran que los yihadistas son una amenaza para la humanidad.
Quizás muchos lectores pensarán que lo ocurrido está lejos de Panamá y que los referentes de actos terroristas en Latinoamérica son pocos, pero están equivocados. No pretendo crear un estado de paranoia, sino despertar la sensatez frente a una realidad de nuestro entorno.
El terrorismo es una guerra invisible (no estatal) de fundamentalistas estructurados en organizaciones como Al-Qaeda, el Estado Islámico, Boko Haram, etc., cuyos enemigos son los “infieles”. Es decir, aquellos que no profesan la religión islámica. Es cierto que Estados Unidos, Israel y otros países europeos están más expuestos, pero eso no significa que nuestra región esté exenta de este accionar en un futuro.
Tampoco pretendo aquí cuestionar, o no, las caricaturas que motivaron la ira de los hermanos Kouachi contra Charlie Hebdo. Aun cuando algunos cuestionen el significado de esos dibujos, mientras que otros defiendan la libertad de publicarlos, como un derecho humano, lo importante es que nadie debe cegar vidas con la excusa de defender una religión y cultura. El policía asesinado en la entrada del semanario era musulmán y murió defendiendo a ese medio, a pesar de que probablemente se oponía a los dibujos que ofendían a Mahoma.
El punto central de mi reflexión es que pensemos si el país está preparado para afrontar ese fenómeno emergente, y si estamos bien alineados con las agencias de inteligencia para prevenir la llegada de personas identificadas como terroristas activos. Tengo mis dudas, en Latinoamérica las agencias de inteligencia son asimétricas en capacidad y en recursos.
Por eso hay que pensar qué hacer para unificar esfuerzos, sin que importe el tamaño ni los recursos económicos de los países dispuestos a sumarse a la lucha contra el terrorismo. Este no se podrá vencer solo con miembros de las fuerzas armadas ni con policías entrenados. Se requiere intercambio de información segura y confiable, para la toma de decisiones oportunas; un sistema de inteligencia de Estado (no para observar a los ciudadanos o políticos opositores) altamente profesional, con personal bien entrenado, comprometido y de la entera confianza de los Estados. Solo así construiríamos puentes de doble vía para el intercambio de información oportuna y veraz.
Pensemos un poco en esto.
