El panameño tiende a ser parsimonioso de pensamiento, palabra y obra. Pero, lo vivido en el periodo anterior fue un absurdo aceleramiento de la vida urbana dentro de un mismo espacio reducido, lo que se traduce en mayores choques, según la física. Para colmo, nos inundaron de extranjeros y los concentraron en nuestra pequeña ciudad.
Ahora vemos reiteradas explosiones de violencia urbana, la mayoría relacionada con el tránsito vial, por ser el barómetro del estrés colectivo y el área más abandonada por el Gobierno. Ya que tienen la excusa “perfecta”: Una ciudad pequeña y sin vías de acceso. Lo que no les impide hablar por celular e incordiarnos con mayores multas, grúas y rebuscas. Todo florece en una sopa de mediocridad, corrupción, indolencia y anarquía. Sin embargo, cada vez que hay una reunión política internacional, resuelven los tranques por arte de magia.
El tránsito es el espejo de cómo anda el país. ¡Todo está trancado! La gente trata de abreviar procesos con absurdos “juega vivos”, y las autoridades importunan a los que no deben, mientras a los que sí… les dan casa por cárcel. Todo en medio de una latencia, como si viviéramos inmersos en un coágulo estatal. A este presidente le falta arraigo; lo que el otro mal entendió por “chabacanerías, bravuconadas y obras”. Gracias a Dios, el actual no anda así, aunque curiosamente el pueblo desarrolla empatía hacia esas condiciones. Sin embargo, tampoco le recomiendo lo de las obras. Si de verdad “el pueblo es primero”, hay muchas cosas por resolver, antes que ponerse a construir. Menos otro metro por una empresa cuyo prestigio internacional ha sido tan contrariado. Entiéndase que mayor arraigo se logra con más soluciones que obras. Para entender esto habría que ser estadista, no solo un comerciante acaudalado. Hacen de Panamá un país que “crece más” débilmente, porque no tenemos fortaleza social. Distribuir las riquezas no significa repartir migajas para que me descuenten más impuestos.
¿Quiere mayor violencia urbana? Construya un metro sin ordenar el tránsito y el transporte. Solucionar esto no significa construir, sino que la autoridad trabaje como debe. Eso tendría un impacto social mayor y un costo político menor que la construcción de la línea dos. Claro, también tendría que resolver lo del transporte. Para eso necesita figuras honestas y con pantalones largos. Y no se entusiasme mucho con la segunda línea, porque las personas tienden a recordar lo primero de cada cosa, y eso… usted aceptó perdérselo.
Nuestra situación política me recuerda a Beetlejuice. Aquel fantasma peliblanco al que le costaba retirarse al más allá. Y aparecía cada vez que lo nombraban tres veces a empeorar todo con la excusa de “mejorar las cosas”. Nuestro presidente no termina de entender que tiene dos sombras. La propia, proyectada localmente, y otra que le viene del extranjero. Esa lo contraría y acecha. Un presidente fantasma que quiere mantener más comunicación remota, de la que él manifiesta en presencia. Su lentitud y aparente destemplanza le cede arraigo. ¿Por qué el Presidente no elimina esa sombra? Recién los guatemaltecos resolvieron su mayor problema, encarcelando al presidente en función, y acá todavía se andan por las ramas. Será porque el actual fue la otrora sombra del pasado, y ahora el pasado es la sombra del actual. Estaríamos hablando de un simple asunto de rotación. No sé, sin embargo, la figura del presidente fantasma vive en Panamá, tanto de un lado como del otro.