GOBIERNO

El pueblo primero está agotado: Jorge Luis Macías Fonseca

Los clichés pegajosos siempre han sido útiles en las campañas políticas. Los expertos en mercadeo y en el tratamiento de la imagen son hábiles para saber qué le gusta consumir el electorado.

En el caso panameño, es claro que somos duchos en hacer que nos engañen y, desde luego, engañarnos nosotros mismos. Una vez hubo “el pueblo al poder” y ahora “el pueblo primero”. Siempre el pueblo en medio de la demagogia.

La actualidad demuestra que los intereses políticos y económicos están por encima y antes que el pueblo. Jamás se ha pensado en pueblo alguno. La lógica de la política nacional no es servir, sino servirse. Es decir, tener poder para acumular riquezas y para disfrutar de las prebendas que les otorga el puesto.

Cada vez más los pueblos pierden la fe y la confianza en sus gobernantes y, peor aún, cuando la audición se ensordece y la visión se estropea, con el agravante de que surgen posiciones altivas y hasta displicentes que chocan con la humildad de las personas. Hoy se engaña a la gente, pero el engaño es más consciente, es decir, que ellos saben que los engañan y conocen cuál es el engaño.

De manera que ese acumulado de desaciertos, gobierno tras gobierno (que “siempre vienen con la misma cosa”, como reza la canción), ha ido lentamente construyendo una conciencia popular. Precisamente, esa conciencia del pueblo lo lleva a entender que sus intereses están distantes y son distintos a los que ostenta el poder y, por ello, le urge construir su propia alternativa, porque las existentes han fallado.

Los gobiernos deben responder a la voluntad popular. Un pensador inglés decía que cuando eso no ocurría, le quedaba al pueblo el derecho de reemplazarlos. La sociedad nacional percibe y siente que no está primero. La crisis hace fuerza para abrir espacios hacia abajo. No hay dirección clara de lo que se aspira para el país ni para la mayoría que clama por una vida de calidad.

Los gobiernos sienten que cuando se les interpela se les ataca, por lo que las respuestas, en consecuencia, deben ser duras para quienes reclaman. Para ellos la verdad está de su lado y la obstinación de parte del pueblo necio, insaciable y hasta ingrato, como lo califican. Creen que hacer una obra es un favor, y que el agradecimiento y las venias deben estar a la orden del día. Siempre tienen la razón y defienden lo indefendible, con el pretendido método de dar “muy poco pan y mucho circo”.

Los gobiernos deben actuar con claridad, de manera oportuna, y consultar los proyectos y problemas con los ciudadanos. El pueblo no percibe diligencia en el gobierno, y empieza a añorar lo que acaba de transcurrir, con aquello de que: “robaron pero hicieron”. Eso es peligroso, porque puede abrir caminos insospechados de redención. El “pueblo primero” está agotado.


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