Un recurso valioso para evitar el caos y alcanzar metas, es determinar prioridades. Cualquier día casero, suena el teléfono, llora un niño, llama un vecino, hierve una olla; en la oficina, brindas atención a un cliente, vocifera otro, te llaman por el altoparlante y tu jefe se detiene a mirar tu desempeño. En el arte de gobernar, aunque no esté a la vista, quien preside la nación inicia su jornada consultando la agenda y determinando prioridades.
La ciudadanía también tiene prioridades, urgencias que se manifiestan en marchas públicas, cartas firmadas por muchos, hasta en chistes o baladas.
En este enervante año 2020, Panamá al pleno, con su Ejecutivo a la cabeza, tenemos una prioridad número única: superar la epidemia de la Covid-19, tarea dificilísima, peligrosa, y cuya resolución recae con peso monumental en los hombros de las autoridades, liderados por el presidente Cortizo.
De ahí que estimo repudiable el conjunto de movimientos prematuros que exigen, en medio de la fiebre, rendimiento de cuentas.
No me considero política, y ésta opinión la vierto con mi derecho ciudadano. En el desorden callejero de las últimas semanas, en las marchas peligrosas, en lo prematuro de los reclamos de corrupción, no sólo veo la inmadurez de políticos malos perdedores, sino la presencia de infiltrados que pescan en ríos revueltos y a quienes los incautos panameños hacemos el juego, arriesgando no sólo nuestra vida, sino debilitando a nuestra preciada democracia.
¿A qué se debe la locura de salir en caravanas conociendo las recomendaciones del Ministerio de Salud, y estando a la vista cifras aterradoras que reflejan claramente el comportamiento social?
En estos momentos no tiene cabida otra actuación que apoyar al presidente que elegimos y a su gabinete para que puedan dedicar su máximo esfuerzo a vencer la pandemia. Distraer a los funcionarios de seguridad, presionar al Ejecutivo, tocar ollas gritando, provocaremos el caos; nos haremos el hara kiri.
Sobre la reactivación económica, cito las palabras del recordado amigo, dueño del primer gran hospital privado, Rodrigo Moreno: “Señor, dame salud, de lo demás me encargo yo.”
Las cosas tienen su tiempo.