Hace poco escuché que habría cambios en el gabinete del presidente Juan Carlos Varela. Eso me recordó a otra administración gubernamental, que se caracterizaba por cambiar periódicamente –y en vano– a sus ministros.
Algo similar a como nosotros, los ciudadanos, cambiamos de gobierno cada cinco años, sin que haya un beneficio real e integral (aparte de un crecimiento sin desarrollo, y muy mal distribuido), porque sufrimos del mal de las “democracias” no participativas.
El panameño es consumista y compra, pero no mantiene. Mientras menos produzcamos y más importemos, la conciencia colectiva será de “tener”, pero no de mantener (corrigiendo).
Peor aún, con las privatizaciones y la globalización se castró la productividad gubernamental en el Estado. Volviendo a los gobiernos, insignificantes y títeres del capital privado. Por eso, ya nadie los respeta y vivimos en un país con muchas leyes y poca autoridad. Es como si usted me dijera que manda en su casa, pero la plata la pone otro.
La cultura de reemplazar y no mantener nos ha vuelto políticamente apáticos. Por eso, cada cinco años “compramos una nueva democracia”, pero nuestros problemas jamás se resolverán con parapetos quinquenales. Si no aprendemos a mantener y reparar las cosas que tenemos, ¿para qué comprar otras?
De seguir así, viviremos esperanzados en una promesa jamás cumplida; engañados por vendedores inescrupulosos cada cinco años. Hay que corregir a nuestros gobernantes en el momento. Subiendo nuestro nivel de participación y exigencia personal-social, simultáneamente generamos mejores opciones, léase no más de lo mismo.
Por otro lado, no queramos dejar de “ser” algo, “teniendo” algo. Es como si usted me dijera que dejará de ser gordo comprando una faja. Dicho de otro modo, “teniendo” metros, puentes y edificios no resolvemos los problemas de salud, educación, alimentación o inseguridad. Estos se originan, mayormente, por la forma de “ser” de nuestras autoridades.
Es como si usted quisiera corregir la naturaleza humana de sus empleados, adquiriendo un nuevo sistema de cómputo o parafernalia tecnológica.
Mi recomendación al presidente es que no cambie de ministros, sino que los ponga a trabajar. Ningún padre o madre responsable saca a su hijo de la escuela porque al niño no le gusta estudiar, lo que hace es exigirle que estudie.
Deberían instalar una oficina de asuntos internos y aplicar la figura del “cliente misterioso”, a cargo de personas que se encarguen de estudiar todas las quejas divulgadas a través de los medios de comunicación y en las redes sociales. Gente que vaya de incógnita a las diferentes áreas e interactúe de forma anónima con los involucrados (afectados y autoridades), y luego le informe al gobierno lo que realmente se vive y se sufre en Panamá.
De esta forma, el presidente podría –no por eufemismos estadísticos ni presión mediática– exigir, botar o premiar a sus ministros.
Tristemente, vivimos en un país en el que las normas existen para que la gente buena las cumpla en pro del orden, pero no del bien social.
No supervisamos ni le exigimos, ni el presidente a sus ministros, ni nosotros al presidente, a los legisladores, a los alcaldes, a los representantes, etc.
Los ciudadanos tenemos que participar en nuestra democracia, para así ir desarrollando en el país esa cultura de la exigencia, del esfuerzo sostenido, del análisis y de la corrección integral de los problemas. Entendiendo, al fin, que las verdaderas soluciones se generan, no se “compran” con despecho y a traición cada cinco años.