Si tuviéramos la capacidad de detener el país por fracciones de segundo y observar, de modo fotográfico, todas las cosas que ocurren, en honor a la sensatez no habría que celebrar carnavales. Desde la esquizofrenia que se manifiesta en los altos estratos sociales, pasando por la indolencia de la tan aporreada clase media, y el resentimiento social acumulado en las clases más bajas, nos daríamos cuenta de que vivimos en un país disfuncional y profundamente desunido. ¿Podremos, entonces, dejar a un lado la hipocresía que oculta nuestras más recalcitrantes desuniones, para mezclarnos visceralmente en el jolgorio carnavalesco? ¡Claro que sí!, lo hacemos todos los años, porque nos dotaron de esa extraña capacidad de ignorarnos en las cosas más graves y unirnos en las más triviales.
Pero, por un breve lapso de tiempo, apelemos al sentido común, no así a la insensatez de nuestras emociones. Con lo que ocurre en la Asamblea Nacional y en la Corte Suprema de Justicia el ánimo se nos iría al piso. Entre tanta “sacadera de trapos” de las autoridades, seguro el exhibicionismo más denigrante del Carnaval quedaría superado y enterrado por los siglos de los siglos… Amén. Porque un Estado sensato no encontraría sentido en invertir tanto dinero en carruajes alegóricos, menos en los bochornosos excesos de magistrados, alcaldes o diputados.
Un pueblo prudente y sensato no osaría despilfarrar el agua, cualquiera que fuera su fuente, mientras sus vecinos sufren la más cruda sequía en años. He escuchado decir a mucha gente que los capitalinos van a esos pueblos a malbaratar el agua, a pervertirse y luego irse. Pero nadie habla de los paisanos lugareños que permiten que eso ocurra, en el más repulsivo y reprochable anonimato que, en todo caso, ofrece arroparse con el dinero. ¿Por qué las comunidades no se organizan y exigen la cancelación de los culecos? ¿Será que la división de los capitalinos, a causa del dinero, se vive a modo vernáculo también? ¿Será que los panameños –gobierno y gobernados– tenemos una memoria a conveniencia demasiado volátil? Tan volátil que podría exponernos a una feroz epidemia. Hace menos de un mes se hablaba de un brote de H1N1 en la frontera con Costa Rica, que mató a algunas personas. ¿Será que ya se levantó la alerta sanitaria? ¿Debemos olvidarnos del dengue y de la media centena de personas afectadas por el zika en Panamá, específicamente en Guna Yala? Entiendo que el dengue y el zika comparten el mismo vector, el Aedes aegypti, que no hemos podido erradicar, y que se cría en fuentes de agua limpia (como la utilizada en los culecos).
Todos estos factores no son aislados, accidentales ni súbitos. Gastar dinero para el desfogue popular en un país seriamente afectado por la sequía, desacelerado económicamente, con amenazas reales epidemiológicas, y políticos tan mediocres, es una provocación desvergonzada. No podemos dejar que los intereses económicos de un reducido grupo de acumuladores avaros y una masa indolente tomen la iniciativa sobre temas tan potencialmente peligrosos, que si bien hoy nos dividen en polémicas, mañana podrían unirnos en la desgracia.