Hay algo de esperanza. El reciente fallo de las magistradas Donai Arosemena y Yiles Pitti que anula aquella infame sentencia de 26 de agosto de 2019 permite tenerla, a pesar de Diego Fernández y su impresentable salvamento de voto con sabor a tauromaquia.
Con elegancia y evidente conocimiento del tema, las citadas magistrados le dicen a aquellos jueces de infausta recordación pero que siguen campantes en el sistema -Roberto Tejeda, Arleen Caballero y Raúl Vergara-, que cometieron error de derecho en la valoración de las pruebas aportadas durante el proceso. “Error” que, ya sabemos, les llevó a la conclusión de que Ricardo Martinelli Berrocal no era culpable de haber montado un sistema de escuchas telefónicas en violación a las garantías fundamentales de los ciudadanos, mientras fue presidente de la República.
Con la decisión del Tribunal Superior de Apelaciones y el nuevo juicio que debe realizarse, es prudente recordar algunas cosillas que hacen parte de la historia. No olvidemos que debido a la fuga de cables diplomáticos que el mundo entero conoció gracias a la red creada por Julian Assange, tenemos la mejor descripción del expresidente de parte de la ex embajadora de Estados Unidos en Panamá, Bárbara Stephenson: “Tiene una rendencia al acoso y al chantaje que si bien lo había llevado al estrellato en el mundo de los supermercados… es poco propio de un estadista”.
Es una pena que a nadie se la haya ocurrido citar a la exembajadora Stephenson como testigo en el proceso de los pinchazos telefónicos, teniendo en cuenta que según revelara WikiLeaks, el señor Martinelli le escribió un mensaje en el que le decía que necesitaba ayuda con la intervención de teléfonos, tan pronto ganó las elecciones de 2009.
Así, tan campante, el recién elegido presidente buscaba complicidades pensando que escuchar las conversaciones del prójimo era un deporte que a otros les apetecía tanto como a él. Y, por lo que contara la ex embajadora Sthephenson, “no hacía distinción entre objetivos legítimos y enemigos políticos”.
La nueva circunstancia surgida del reciente fallo del Tribunal Superior de Apelaciones, hace imperativo recordar que, siempre según el cable diplomático, el expresidente Martinelli amenazó a la exembajadora con reducir la cooperación antinarcótico, si Estados Unidos no lo ayudaba en sus deseos de escuchar a sus compatriotas.
Obviamente no recibió la ayuda tan cínicamente pedida, y lo que vino después es historia patria. Aquella misteriosa gira a Israel, el famoso Pegasus y los cambios a la Ley del Consejo de Seguridad para que solo él y su ministro de la Presidencia controlaran lo que se hacía.
Pronto empezaron las evidencias de las interceptaciones ilegales, iniciando por aquellas sorprendentes grabaciones -hechas públicas en las redes- de los miembros del PRD, Michel Doens y Francisco Cárdenas, en medio de los conflictos ocasionados por la famosa ley chorizo. Y solo fue el comienzo.
A pesar de todos estos antecedentes y de las abundantes pruebas -documentales y testimoniales- aportadas durante el proceso, los jueces Tejada, Caballero y Vergara decidieron que no había evidencia que ligara lo sucedido con el expresidente Ricardo Martinelli. Afortunadamente, dos valientes y sabidas magistradas han abierto la puerta a un nuevo proceso, dejando en evidencia el mal trabajo hecho por los citados jueces, no sabemos si por ignorancia o algo más turbio.
“Del contenido de la sentencia se puede concluir que al ponderar la prueba en examen se tomó en cuenta aspectos poco sustanciales….. no se logra extrar con claridad cómo es que para el tribunal de juicio, el testimonio pierde credibilidad en atención a detalles no esenciales…”, explican las magistradas Arosemena y Pitty sobre la forma como los responsables de aquel nefasto fallo decidieron descalificar los testimonios de Ismael Pitti, Júbilo Grell, Erasmo Pinilla y Mauro Zúñiga, así como los mensajes privados rescatados del equipo que no tuvieron tiempo de desaparecer, a pesar de que esos mensajes fueron reconocidos en el juicio por sus dueños.
Para las magistradas del Tribunal Superior de Apelaciones, la conclusión es contundente: el análisis de la prueba no se hizo “de manera objetiva y eficiente; es decir, desde una óptica neutral, sin sesgos predispuestos por el endoso de sospecha”. Y rematan: “el tribunal advierte que se llegó a una conclusión sin precisarse de manera jurídicamente comprensible, lógica y razonada…”. Así de mal y así de esperanzador.
La autora es periodista, abogada y activista de derechos humanos